Festival de Sitges

‘Asombrosa Elisa’: la niña vengadora que creía tener superpoderes

El director madrileño Sadrac González-Perellón, dueño de un universo melancólico altamente personal, presenta a concurso en Sitges un drama entre la fantasía, el trauma y la venganza

Sadrac González  en el marco del festival de cine fantástico de Sitges.

Sadrac González en el marco del festival de cine fantástico de Sitges. / PAU MARTÍ

Julián García

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Sadrac González-Perellón tenía escrito el guion de ‘Asombrosa Elisa’ hace seis o siete años. No logró financiación y hubo de dejarlo en el cajón de los sueños imposibles, aunque acabaría reciclando algunos elementos para el que sería su segundo largometraje, ‘Black hollow cage’, aquella fascinante historia de una niña y su padre a las que, tras la muerte de la madre en accidente, un extraño cubo parecía traerles mensajes de ella misma desde el futuro. Hoy, ‘Asombrosa Elisa’ es, al fin, una realidad corpórea y, como su predecesora, habla de una niña, de su padre y de una madre muerta. “Me interesa mucho la idea del trauma a partir de la pérdida. Nunca conocí a mi padre, me criaron mi madre y mi abuela. Por eso en mis películas mato a la madre: así me imagino cómo hace las cosas un padre”, explica el director madrileño, justo antes del estreno de su filme en Sitges, donde compite en la sección oficial.

A medio camino entre el drama familiar, el de venganza y el fantástico, ‘Asombrosa Elisa’ relata tres historias con un nexo común: el de una niña de 12 años (Jana San Antonio) que cree tener los superpoderes de su heroína favorita de cómics y que intenta convencer a su padre (Ivan Massagué) para asesinar al hombre (Asier Etxaendia) que provocó un accidente de tráfico en el que murió su madre. “Supongo que las personas intentamos sobrevivir en este mundo tan horrible a través de nuestros sueños, de nuestras fantasías. En este caso, creo que mi película es un drama sobre la imposibilidad de la venganza, porque cuando cometes un error, solo puedes evitar cometerlo otra vez, pero no puedes cambiar el pasado. El error queda ahí, encapsulado en el tiempo”, reflexiona el cineasta, oculto tras unas gafas de sol y una larga melena negra que le otorga cierto halo de misterio, casi de tristeza, que podría evocar al mismísimo Sandman.

“Tengo menos capacidad de inspiración que antes. La vida es triste, deprimente. No soy muy feliz, y cuando uno no es muy feliz tiene menos inspiración salvo que solo se regodee en el dolor y acabe haciendo películas demasiado trágicas”, dice González-Perellón. ¿Pero su tristeza es coyuntural o es que tiende, de natural, a la introspección? “El problema es que vivimos en una sociedad horrible. No me gusta la época que me ha tocado vivir. Me encantaría apretar un botón y que desapareciera internet e Instagram y los móviles. Volver a ese tiempo en que llamabas a alguien al teléfono fijo y quedabas a las cinco para tomar algo. Odio lo inmediato”.

Desinterés por Marvel

Más que triste, el cine de González-Perellón es melancólico, contemplativo, cocinado a fuego lento, repleto de personajes dolientes que arrastran traumas por haber perdido algo o a alguien, cercano en la tonalidad al de su buen amigo Carlos Vermut. En ‘Asombrosa Elisa’, la fantasía, la ciencia ficción propia del mundo de los superhéroes, es apenas un refugio, un modo de superar un duelo. “A mí el cine de superhéroes no me interesa absolutamente nada. Los cómics sí, pero las películas no”, asegura el director, que reconoce, no obstante, las virtudes del cine sobre superhéroes surgidos de la casualidad como ‘Chronicle’, de Josh Trank, o del misterio mesiánico como ‘Jupiter’s moon’, de Kornél Mundruczó.

“La verdad es que no veo cine. Creo que el cine ha muerto. A ver, me siguen gustando los cineastas que marcaron mi juventud, como Haneke, Tarkovsky o Van Sant, pero el cine actual no lo sigo. Veo las cosas importantes, como la que ganó el último Cannes [se refiere a ‘El triángulo de la tristeza’, de Ruben Östlund] por saber qué está de moda, pero creo que el cine independiente está cada vez más industrializado”, afirma con el tono bajo de quien sabe lo difícil que es tirar adelante un proyecto desde unas ciertas márgenes. “Por cierto, tengo una idea que me ronda ahora la cabeza y me gustaría poder llevar al cine: un personaje que durante media película es asesino y durante media película es víctima, y en medio pasa algo, hay un detonante. Le estoy dando muchas vueltas”, anuncia, esta vez sí, con una amplia e ilusionada sonrisa.