Arte

Del rebelde Tàpies al sublime horror nuclear de Bruce Conner

La Fundació Tàpies abre dos exposiciones en paralelo que convergen en las visiones críticas y contestatarias del artista catalán a partir de 1958 y del estadounidense, padre del videoclip y leyenda del cine experimental  

La obra de Tàpies 'Díptico de barniz', en la nueva muestra de su fundación.

La obra de Tàpies 'Díptico de barniz', en la nueva muestra de su fundación. / ZOWI VOETEN

Anna Abella

Anna Abella

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‘Pintura lligada’ (1964) es una obra oscura, hecha con una madera castigada, agujereada, con unas cuerdas que la atan, de un material pobre, sucio y dejado, que cualquiera habría tirado a la basura. "Pero Tàpies hizo con ello una obra de arte. Utiliza objetos viejos o materiales que la sociedad rechaza y los baña con la luminosidad del barniz con la finalidad de darles valor, de hacer entender que de ahí sale la vida, que son la sal de la tierra. Y con ello insta al espíritu crítico y a la revuelta, demostrando a los pobres que pueden rebelarse y ascender y sacudiendo la conciencia del espectador", explica Núria Homs, comisaria de la exposición ‘El abono que fecunda la Tierra. Tàpies (1958-1988)’, que puede visitarse en la fundación del artista catalán hasta el 30 de abril de 2023. Una mirada subversiva y contestataria que comparte con el protagonista de la otra muestra que el centro inaugura en paralelo, ‘Luz de la oscuridad’, con 9 obras audiovisuales del estadounidense Bruce Conner (1933-2008), figura legendaria del cine experimental, quien compartía con Tàpies "su visión política y crítica del mercado del arte y la sociedad de consumo y su espiritualidad, que no religiosidad, que busca comprender la esencia de las cosas".  

"A Conner se le considera el padre del videoclip, fue uno de los primeros que asignó imágenes a la música, algo totalmente novedoso en su época", destaca Roland Wetzel, comisario de la muestra (hasta el 5 de marzo de 2023), realizada en colaboración con el Museum Tinguely de Basilea. Destaca la cinta ‘Crossroads’ (Encrucijadas), de 1976, una compilación de 37 minutos de imágenes del ensayo nuclear en el atolón de Bikini, en el Pacífico, en 1946, tras la Segunda Guerra Mundial. "Conner reflexionaba sobre cómo las imágenes nos podían hacer pensar una cosa u otra. Es sorprendente que lograra ese metraje, guardado bajo llave de uno de los ensayos nucleares más filmados del mundo: casi la mitad del equipamiento fílmico existente en aquel momento estaba allí: en tierra, aire y en barcos cercanos, para comprobar qué efecto tendría la bomba y si destruiría esos barcos de guerra, la mayoría japoneses capturados. Por un lado, logra visualizar esa experiencia devastadora, el horror mismo, pero por otro, es un metraje de un dramatismo sublime, de una belleza que es increíble que la una a ese horror que aún tiene repercusiones hoy, cuando volvemos a tener un riesgo atómico real", señala.

Imagen de 'Crossroads', de Bruce Conner.

Imagen de 'Crossroads', de Bruce Conner. / Fundació Tàpies

Otra de las películas es ‘Report’ (1963-1967). "Aquí, Conner no quería enseñar las imágenes típicas del asesinato de John F. Kennedy sino mostrar crudamente la cobertura mediática que se dio de ello, para demostrar cómo esa propaganda acaba perfilando nuestra mentalidad y manera de pensar". 

Un espectador ante una de las películas de Conner, en la Fundació Tàpies.

Un espectador ante una de las películas de Conner, en la Fundació Tàpies. / ZOWY VOETEN

Hay otro lazo con la nueva exposición de Tàpies, que se inicia en 1958; es el mismo año en que Conner, diez años más joven, creó su primera película, radicalmente experimental , ‘A movie’, que por primera vez en España se proyecta como la concibió, dentro de un cubo de 3x3 metros, pero que en su época no pudo ser por falta de financiación: "Tenía 3 dólares de presupuesto y no tenía cámara, la hizo con aparatos de un amigo y reutilizó imágenes de publicidad de aquí y de allá. Se ve una caravana de personas, sigue con unos animales, un ferrocarril… Su contenido no tiene ni pies ni cabeza, pero el cerebro intenta buscarle un sentido. Explica cómo los medios juegan con nuestra percepción", concluye el comisario.

'Madera y ventanas' (1976), de Tàpies, en la exposición de la Fundació.

'Madera y ventanas' (1976), de Tàpies, en la exposición de la Fundació. / ZOWY VOETEN

Carácter fálico

Hacia 1958 Tàpies irrumpió en los círculos internacionales con sus pinturas matéricas, piezas con apariencia de muros opacos pintadas mayoritariamente en gris, marrón y ocre, prueba de su madurez. Pero, como Conner, desarrolló su obra rebelde y contestataria en la periferia de la producción artística. Entre la treintena de obras de la muestra de Tàpies destacan las realizadas con objetos como butacas rotas y rajadas, o perjudicados marcos de puertas y ventanas que penetran en las telas. Y, sobre todo, señala la comisaria, ‘Díptico de barniz’ (1984). "En ella, la mancha de barniz se convierte en luminosa y toma la forma de un cuerpo con las piernas abiertas mostrando un sexo femenino o un ano, que una oscura cruz invertida parece a punto de penetrar, adquiriendo un carácter fálico. Es una imagen no idealizada de la vida que él transforma en una obra de gran formato colgada en el museo".