Ya en 'streaming'
Videocrítica de la película: 'Los renglones torcidos de Dios'
Beatriz Martínez disecciona la adaptación a la gran pantalla del libro bestseller de Torcuato Luca de Tena, con Bárbara Lennie como protagonista, que ya está disponible en Netflix
Beatriz Martínez
Periodista
Periodista cultural y crítica de cine.
En las películas de Oriol Paulo hay una pugna constante entre la frialdad y el jugueteo. Es un director extremadamente preciso, pero al mismo tiempo también retozón, de manera que no tiene miedo a lanzarse al vacío a través de decisiones totalmente inesperadas en momentos concretos. A lo largo de los años ha configurado casi un universo propio marcado por unas señas de identidad que se repiten casi a modo estilema: la narración en forma de puzle en la que adquiere una especial resonancia la leve franja que separa la verdad y la mentira, los flashbacks y giros argumentales que lo cambian todo en el último momento y, por supuesto, el asunto capilar de las pelucas, siempre omnipresente.
En su última y más ambiciosa película, la adaptación de ‘Los renglones torcidos de Dios’, el director se acerca con suma prudencia a su objeto de estudio, que no se sabe muy bien si es la novela de Torcuato Luca de Tena o Bárbara Lennie. Y es que hay una absoluta admiración y reverencia por parte de su cámara hacia la actriz y eso hace precisamente que su estilo se transforme, sea más vivo (menos artificial), más sensible a la hora de captar al personaje y su entorno, es decir, los espacios que la envuelven (un hospital psiquiátrico) y sus habitantes (los enfermos mentales), configurando un microcosmos de lo más sugerente e incómodo.
En esta ocasión no hay tantos giros (aunque los hay y muy gozosos), ni tantas pelucas, pero la intriga encuentra un equilibrio perfecto entre estilización y magnetismo. Además, de manera subrepticia se cuela un discurso poderoso alrededor de lo viejo y lo nuevo que bascula entre la represión de las estructuras franquistas y la libertad de los tiempos que estaban por venir. Eso afecta a la ideología de la película, mucho más moderna, así como a la representación de las mujeres en la pantalla, más empoderadas frente a un modelo de hombre que estaba acostumbrado a ejercer su voluntad sobre ellas. Sin duda se trata de un trabajo de adaptación titánico (el que orquesta Paulo junto al dramaturgo Guillem Clua), en el que se limpia y se destila no solo el lenguaje, sino también el substrato rancio de la novela a golpe de esteticismo pop.
‘Los renglones torcidos de Dios’ puede que arrastre un aire de película fallida, pero en absoluto lo es, al contrario, resulta necesariamente reivindicable por hacer de la complejidad entretenimiento (entre otras cosas). En cualquier caso, puede que en su propia imperfección esté su singularidad porque, al igual que las criaturas que retrata, la perfección claramente está sobrevalorada.
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