Ídolos en buena forma

Backstreet Boys destrozan los viejos prejuicios en el Palau Sant Jordi

El quinteto de Florida contradijo el principio de que era un efímero fenómeno de fans desplegando un ‘show’ arrollador en el que recorrió una discografía plagada de éxitos que cubre casi tres décadas

Jordi Bianciotto

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¿Es cabal la existencia de una ‘boy band’ cuyos miembros ya enfilan la senda de la cincuentena? A Backstreet Boys se les propuso años atrás quitarse el ‘boys’ y quedarse en Backstreet, pero dijeron que nanay, porque esa era su marca y su talismán, y ahí están, publicando discos regeneradores y llenando pabellones como en su edad dorada: 18.000 fans (entradas agotadas) los agasajaron este jueves en su regreso al Palau Sant Jordi, marco de sus triunfos más épicos, a finales de los 90.

Escenario desnudo (con sus pasarelas y su video), tan solo envuelto en una telaraña de ‘leds’, porque ahí no había objeto más interesante que ellos mismos: ídolos de las quinceañeras de ayer, replicando las remotas rutinas coreográficas con meritorio dinamismo y luciendo sus voces, que ya en su día se encargaron de resaltar para conjurar el ‘efecto Milli Vanilli’. La gracia de Backstreet Boys es que siguen siendo los mismos, los cinco, y con ello transmiten un mensaje de cohesión y resistencia a través del tiempo.

Pop puesto al día

 La campaña ‘DNA’ (el disco que lanzaron en 2019) ha refrescado su carrera, y lo recorrieron con cierto esmero, deslizando inquietud por mantenerse al día con sus tramas de r’n’b y sus enriquecidas pistas electrónicas. Ahí estuvo el oscuro ‘groove’ de ‘New love’, inyectado en una traca de bienvenida con guiños a viejos hitos con la marca del sueco Max Martin (hay que ver lo Britney Spears de 1999 que suena ‘The call’), con punto y aparte para la sentida balada ‘Show me the meaning of feeling lonely’ y sus voces en liza rompiendo corazones. Todo ello, hay que decir, sin músicos en escena, ni entre bambalinas. ¿Escándalo? El pop, y el ‘entertainment’, también pueden ser eso.

Concierto de Backstreet Boys en el Palau Sant Jordi de Barcelona

Concierto de Backstreet Boys en el Palau Sant Jordi de Barcelona / ELISENDA PONS

Operar como grupo de cinco solistas es fenomenal para dosificar esfuerzos. Todos tuvieron su momento mientras sus socios se hacían los escurridizos. Howie Dorough aprovechó para practicar el castellano de su madre puertorriqueña (“gracias a España por su apoyo de tantos años”) y Nick Carter, aquel niño rubio cuyas fotos en ‘Super Pop’ forraron tantas carpetas escolares (el más joven del combo, 42), nos recordó que el año que viene, Backstreet Boys cumplirán 30 años. “¿30? ¡’A long time’!”, exclamó asombrado, deleitándose con la visión de las gradas llenas y practicando contorsiones lingüísticas: “te amo, te quiero, muchos besos”.

Calzoncillos al aire

Aunque el concierto no fue corto (una treintena de canciones, dos horas), fluyó sin caídas de tensión flagrantes. Sí que hubo un poco de comedia: AJ McLean y Kevin Richardson (el senior, 51), cambiándose de ropa tras un biombo y lanzando su ropa interior a la electrizada muchachada del ‘Golden Circle’, camino del medio tiempo ‘Quit playing games (with my heart)’.

Concierto de Backstreet Boys en el Palau Sant Jordi de Barcelona

Concierto de Backstreet Boys en el Palau Sant Jordi de Barcelona / ELISENDA PONS

Pero el efecto conquistador de Backstreet Boys funcionaba, sobre todo, con el quinteto al completo, y en las secuencias con pureza vocal, exhibiendo refinamiento armónico en ‘As long as you love me’ y, más todavía, en ese número nuevo llamado ‘Breathe’, compartido ‘a cappella’. Mucha complicidad en el ambiente, promesas a corazón abierto (“Backstreet Boys durarán siempre”) y un rastro de celebración emotiva del camino andado: ‘No place’ vino acompañada de imágenes que mostraban a los cantantes con sus parejas e hijos.

‘Hits’ en cascada

 Backstreet Boys habrán sido un fenómeno adolescente, ese artefacto tan generador de prejuicios, pero su lista de ‘hits’ para la historia es tan impepinable como la de otras figuras pop más respetadas. ‘I’ll never break your heart’, que abordaron en buena parte en su versión española, ablandó las gradas, y ‘Everybody (Backstreet’s back)’ y ‘We’ve got it goin’ on’, de nuevo, con permiso de Max Martin (y Denniz Pop), retumbaron con aparatosa sensualidad, con sus voces soul y sus estribillos imperiales, camino de un desenlace en el que no faltaron ‘I want it that way’ y ‘Larger tan life’.

Así que sí, es cabal, y practicable, seguir siendo una ‘boy band’ a los 40, y a los 50, y estirar la fantasía pop mientras las condiciones lo permitan, el material se regenere y el público siga ahí para reservarle aullidos tan sinceros como la primera vez.

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