Música clásica

El Palau inaugura su temporada con un Mahler electrizante

El auditorio modernista contó con Riccardo Chailly al mando de la Filarmónica de La Scala ofreciendo una impactante sinfonía ‘Titán’

La Filharmònica de La Scala bajo la batuta de Riccardo Chailly.

La Filharmònica de La Scala bajo la batuta de Riccardo Chailly. / Antoni Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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Con la sala llena hasta la bandera, el Palau de la Música Catalana inauguró su temporada contando con grandes nombres: a Beethoven y Mahler sumó el de la Orquesta Filarmónica de La Scala de Milán y el de su titular, Riccardo Chailly. Con estos mimbres el telón del curso se levantaba con plenas garantías de calidad. Por lo mismo, las expectativas eran muy altas. El conjunto, que optó para esta gira por las primeras sinfonías de los citados autores, funcionó mucho mejor en Mahler que en Beethoven, este último interpretado por una orquesta que sonó, aunque matizada al máximo, poco flexible y casi marcial en el primer movimiento haciendo presagiar un concierto sin magia.

Pero Chailly (con partitura) aplicó su saber decir en un fraseo delicado y detallista a partir del 'Andante cantabile', mostrando la cara más feliz de un conjunto acostumbrado al lirismo propio de la ópera y del ballet. Así, la 'Sinfonía Nº. 1 en Do mayor, Op. 21' del genio de Bonn subió enteros convenciendo y consiguiendo en el 'Finale', a un ‘tempo’ adecuado, un aclamado apoteosis a pesar de los mínimos desajustes.

El 'Titán', es decir, la popular y recurrente 'Sinfonía Nº en Re mayor' de Gustav Mahler sirvió como contraste en este mini compendio del género sinfónico que ofrecía el programa. Si no fuera porque se trata de una orquesta ‘de foso’ no se entiende la obviedad de una propuesta que supo sacarle el jugo expresivo y hasta teatral que esconden las sinfonías mahlerianas. Riccardo Chailly supo sacar todo lo que la obra tiene de 'cantabile' sin cortarse un pelo sellando una velada de alto calibre dramático, acentuando el ritmo en el 'Scherzo', contrastando adecuadamente con la 'Marcha fúnebre' y despidiéndose con fervor en el 'Agitato' final, poniendo al público de pie que ovacionó al conjunto (a pesar de los deslices de la trompa) y al maestro.