Crítica de música
Angel Olsen, a corazón abierto en Apolo
La cantautora estadounidense lució poderío en la puesta en escena de ‘Big time’, creciéndose como vocalista y sacando partido de un preciso sexteto con texturas eléctricas y acústicas
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Se decía que Angel Olsen no era capaz de trasladar al directo el carácter de sus álbumes, ese delicado equilibrio entre poderío y sutileza, pero lo de este viernes en Apolo bien puede servir para reconsiderar el prejuicio. Concierto autoritario, el de esta sureña estadounidense, que hizo oír su voz con aura, de una quebradiza salud de hierro, a lomos del cancionero de amor y muerte de ‘Big time’, uno de los discos más sobrecogedores del año.
Contribuyeron a ello los elaborados tejidos de su ampliada banda, suma del habitual cuarteto eléctrico y de sendos aditivos de cámara (violín y violoncelo), al servicio de un cancionero en el que se funden ecos y tradiciones: cierta resonancia country en fricción con guitarras (duplicadas) de ancestros ‘shoegazing’, el gusto por las atmósferas de calma tensa y el sutil ascendiente de baladista sesentera. Todo ello caminó con serena tensión a partir de la tanda de cuatro temas nuevos que abrió la noche, de ‘Dream thing’ a ’Right now’, donde Olsen cantó a las musas y a los espectros con romanticismo y espiritualidad, entablando un trato desenfadado con el público.
Su versión más veraz
Canciones que sonaron a la vez delicadas y robustas, al igual que las que rescató de etapas anteriores, como ‘All mirrors’, con dos sintetizadores en liza (incluyendo el que ella misma tocó), y las del álbum ‘My woman’ (2016): ‘Give it up’, gruesa y con neblina, o la inesperada (debut en la gira) ‘Not gonna kill you’. Ahí se creció Olsen como vocalista, precisa y con sentimiento, deteniendo el tiempo en la sala. Sus textos destapan flaquezas íntimas a corazón abierto, como en ‘Sister’, un punto culminante, donde nos habló de la versión más veraz de ella misma en un diálogo con sus fantasmas, transitando un ‘tempo’ recogido, que violentó y realzó en el tramo final.
De ahí a un desenlace hipersensible con ‘All the good times’, pieza que gira en torno a la aceptación de uno mismo, a la que se sumó el timbre del xilófono, con una pizca de melodrama, enlazada con ‘Chance’, entre reflejos ‘sixties’, hablando en un teatrero tono confesional mientras la música seguía sonando. Angel Olsen, tocando fibras, dama del escenario a su cercana y risueña manera.
Consumado el repertorio, solo habían sonado 12 canciones, pero dejando a su paso una sensación de gran intensidad anímica. Todavía había margen para una más, ‘Without you’, la catatónica ‘power ballad’ de Badfinger (que hizo famosa Harry Nilsson), con la que Olsen quiso despedirse invocando el mayor de los desconsuelos.
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