Crítica de música
James Taylor, la mano amiga y virtuosa en el Palau
El cantautor de Boston desplegó un pulcro y emotivo arte de la canción, en honda complicidad con el público y tras dos años de aplazamientos, arropado por un exquisito trío de músicos
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
No tiene aspecto de estrella del rock, sino de señor normal que viene a cantarnos sus canciones sin revestirlas de glamur ni de épica, cual memoria serena de una era. Hay que recordar que James Taylor estuvo ahí, en la primera fila de unos cuantos momentos cruciales: de la bohemia de Greenwich Village al hedonismo letal de Laurel Canyon, con parada en el Londres de los Beatles, como recordó en ese tema, ‘Something in the way she moves’, que en 1968 grabó para el sello Apple y que inspiró a George Harrison en su ‘Something’, punto de partida de la sesión de este martes en el Palau.
Concierto aplazado dos veces desde 2020 (festival Guitar BCN), ante un auditorio que agotó todo el papel muchos meses atrás y que pudo deleitarse con este cancionista consumado, poco activo como creador en los últimos tiempos (solo dos álbumes de temas nuevos en lo que llevamos de siglo XXI), pero portador de material para dar, tomar y construir un delicado ambiente de confidencias y buenos alimentos. Noche para disfrutar del arte instrumental, ese saber hacer fácil lo difícil practicado por Michael Landau (guitarra), Jimmy Johnson (bajo) y el titán Steve Gadd, el batería de ‘Aja’, de Steely Dan, largamente asociado a Paul Simon y Eric Clapton.
Oscuridad y bálsamo
Extremo refinamiento en una sesión en la que Taylor filtró diversos influjos sonoros (el folk como base, derivas soft-rock, vestigios de blues y soul), siempre al servicio de un cancionero que conserva su halo de tabla salvadora para almas sensibles, con la mística flotante de ‘Country road’, esa “nana para un cowboy” llamada ‘Sweet baby James” y la narrativa sufrida de ‘Millworker’. Taylor las recorrió modulando la voz con pulcritud, acomodando su figura un poco desgarbada en el taburete, hablando de tú a tú con el público y transmitiendo un mensaje de gratificación íntima a través de las penalidades. Piezas no exentas de oscuridad, pero tendentes al bálsamo y a la curación: la historia de ‘Fire and rain’, con el trasfondo del suicidio de una amiga, mezclado con su salida del túnel de la drogadicción.
Taylor estaba ahí para compartir el consuelo y tendernos la mano, sin hacerse el el torturado ni el superviviente, usando la canción como vehículo franco con el que asentar complicidades. Piezas suyas y, unas pocas, ajenas: las de su amiga Carole King (‘Up on the roof’, ‘You’ve got a friend’) y el estándar soul ‘How sweet it is (to be loved by you)’, invocando aquí a Marvin Gaye para culminar la noche con el espíritu en alto.
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