La profesión
Los bibliotecarios rechazan el sentido del espectáculo de los políticos para la Biblioteca del Estado de Barcelona
Los profesionales reclaman que el acento recaiga en la colección y las funciones sociales de una biblioteca, más que en las actividades para atraer público

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Ramón Vendrell
Ramón VendrellPeriodista
Contrasta el sentido del espectáculo que los cargos políticos dispensan en torno a la futura Biblioteca Pública del Estado de Barcelona con la visión 'hard core' y a la vez humanista que los bibliotecarios tienen del tinglado.
"Parece que el mundo de la colección ha pasado a ser subalterno, cuando es lo primordial en cualquier biblioteca -dice Francesc Xavier González, presidente del Col·legi de Bibliotecaris-Documentalistes de Catalunya-. Claro que estamos a favor de un pedrusco en el anillo, pero sin perder de vista lo fundamental".
"Una biblioteca pública existe para animar a la lectura, permitir el autoaprendizaje a lo largo de la vida, alfabetizar en el ámbito digital, garantizar derechos culturales e informativos, integrar minorías, amortiguar todo tipo de desigualdades... ", enumera Carme Galve, vicepresidenta del colegio. Dicho esto, la también directora de la Biblioteca Jaume Fuster agrega: "La actual red barcelonesa necesita un faro que a la vez la libere de acoger actividades de, por ejemplo, BCNegra o Barcelona Poesia, festivales que se verían potenciados en la futura biblioteca". Simplemente: la Jaume Fuster no da abasto y se queda pequeña.
La esencia
González, asimismo director de la Central de Préstec i Serveis Especials del Servei de Biblioteques de la Generalitat, va un paso más allá en la defensa de la esencia: "Las actividades extrabibliotecarias son la anécdota. Estas visiones funcionan cara a la galería, pero para los profesionales son anexos".
Respecto de la necesidad de que el titán en marcha (lenta) tenga alguna especialización, Galve da fe de que en la Jaume Fuster funciona el hincapié en viajes, Japón, autoaprendizaje e idiomas. "Cierta especialización vale la pena y hace que los públicos circulen", indica. "¿Por qué no -postula- incidir en la riqueza de las lenguas, cuando hay tantas en Barcelona?".
González, por el contrario y cómo no, aboga por la ortodoxia. "Ahora se sacrifica tener un buen fondo enciclopédico por tener pequeñas perlas temáticas -parece lamentar-. En cualquier caso, creo que la decisión de apostar por Barcelona como ciudad editorial y literaria ya está tomada".
Queda por último el nada despreciable factor gestión, "stricto sensu", como pone por delante González, competencia de la Generalitat. Tres frases suyas. Primera: "No es una biblioteca más". Segunda: "Unas ciudades miran más a su entorno y otras menos". Y tercera: "Puede haber fricciones".
Yo te bautizo
Mientras que las administraciones no sueltan prenda sobre cómo les gustaría bautizar la biblioteca ("es cuestión sensible y ya veremos", coinciden), González propone birlarle el nombre a la ya existente Mercé Rodoreda y rebautizar esta, Manuel Vázquez Montalbán y Joan Perucho, fantástico atrevimiento que merece tres hurras. Galve, por su parte, pone sobre la mesa el nombre de la agente literaria Carmen Balcells.
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