Los discos de la semana

Suede exhibe su furia adulta en 'Autofiction'

El grupo británico apuesta en su nuevo álbum por una inédita crudeza sónica, fundiendo su don por la melodía con una oscuridad con vestigios pospunk

Los nuevos elepés de The Boys with the Perpetual Nervousness, Da Souza, Hoke y Louis Amoeba y Redman, Mehldau, McBride, Blade, también reseñados

Suede

Suede / Dean Chalkley

Rafael Tapounet
Jordi Bianciotto
Ignasi Fortuny
Roger Roca
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La gira de 25º aniversario de ‘Coming up’, la pasada primavera, recordó que Suede es una banda que interpeló con fuerza a una generación, y que hay un diálogo confesional con el público que se mantiene vivo de un álbum a otro. El nuevo, ‘Autofiction’, nos trae las cavilaciones de un Brett Anderson que, a los casi 55, se sacude de encima la melancolía y sube el volumen de las guitarras: “Este es nuestro disco punk”, desafía sin rodeos en la nota promocional.

Pues sí, ‘Autofiction’ es muy distinto de ‘The blue hour’ (2018), su anterior entrega. En lugar de aquellas majestuosas orquestaciones, el grupo mueve ficha a favor del ‘riff’ endemoniado y, sobre todo en la segunda parte, deriva hacia el artefacto enrarecido y con vestigios más pospunk que propiamente punk. No sería ajustado tacharlo de regreso a las raíces, aunque algo de ello haya en algunos temas expeditivos, como el primer sencillo, ‘She stills leads me on’. Corte este de tonada eficaz y que remueve viejos fantasmas: Anderson se mira en el espejo evocando con amargura a su versión veinteañera, cuando falleció su madre, en 1989, y no pudo acudir al funeral. “Cuando pienso en todos los sentimientos que le escondí / Oh, en muchos, muchos sentidos, sigo siendo un muchacho”, entona como pórtico del disco.

Tinieblas y melodrama

El sello más identificable de Suede se aprecia con brillo en ‘The only way I can love you’, con su melodrama cortado a cuchillo, y en la arisca ‘The boy on the stage’, de guitarra siniestra y falsete. Pero la novedad del álbum, grabado por el quinteto en directo en el estudio, es la oscuridad que va cubriendo el temario poco a poco, empezando con ‘Personality disorder’, donde Anderson sacrifica su don melódico natural para arrojar las palabras con furia teatral, al igual que en ‘Shadow self’, diatriba sobre guitarras reverberadas y un bajo a lo Joy Division.

Abundan, pasado el ecuador del repertorio, las señales de rock gótico (que pueden remitir a Killing Joke o a los primeros The Cure) en piezas álgidas como ‘Black ice’ (“la vida sin peligro no es vida”, desliza Anderson) e ‘It’s always the quiet ones’, con su ‘riff’ opaco y sus capas de sintetizador. Es una apuesta estética que nos habla de sus influencias de juventud, filtradas en el discurso del grupo y fundidas con su querencia genuina por el estribillo esbelto, como el que estalla en el tema de cierre, ‘Turn off your brain and yell’, entre las espesas cortinas de guitarras.

Con canciones como estas, Suede se anota un logro meritorio, el de transmitir una ansiedad creíble, más allá del postureo. De modo que ‘Autofiction’ es, más que un álbum de rejuvenecimiento, de recuperación de las esencias o cualquier otro de esos clichés, una obra seria, que nos habla del poder del pop para crecer contigo a lo largo de toda una vida. Jordi Bianciotto

Otros discos de la semana

Podría decirse que, en su tercer elepé, el grupo formado por el escocés Andrew Taylor y el madrileño Gonzalo Marcos sigue estirando el chicle de la canción soleada construida sobre guitarras riachuelo y armonías celestiales, pero sucede que, en sus hábiles dedos, ese bendito chicle no solo no pierde sabor con el tiempo sino que gana nuevos matices, como el fabuloso arrebato power pop (y nuevaolero) de ‘In the right’ o ‘Out of time’. Ambrosía vitaminada para mantener el hechizo. Rafael Tapounet

El grupo mallorquín vuelve a sacar petróleo de su aparente despreocupación existencial, convirtiendo en encantado arte pop los síndromes modernos. Aquí, manda la sensación de que vivimos en un decorado móvil, todo imprevisión e irrealidad. De su serenidad catatónica salen preciosos artefactos melódicos con arreglos ilusionistas en un espectro de canciones que cubre desde del interiorismo emotivo hasta un tropicalismo a la balear, con extremos que van de ‘La faula del falcó III’ a ’24/7’. J. B.

Dos chavales de Valencia han hecho el que, sin duda, es uno de los discos del año. Rap español de superélite en un álbum pulido y mimadísimo en todos sus rincones: desde las letras y las voces (Hoke) hasta el universo sonoro (creado por el productor Louis Amoeba). No hay relajación, cada rima es un ejercicio preciso y sensacional, con una presencia especial de metáforas y paralelismos entre el deporte y la calle. Los artistas que colaboran en el disco se ponen a la altura y acaban de confirmar que es un álbum de medalla de oro. Ignasi Fortuny

Los cuatro fantásticos del jazz de Nueva York de los 90 cabalgan juntos de nuevo. Y sin desmerecer sus carreras por separado, qué bien les sienta juntarse, aunque sea para retomarlo donde lo dejaron hace años. En 'LongGone', como en su disco de reencuentro 'RoundAgain', no inventan la rueda. Simplemente, la hacen girar como si no costara nada: porque la dominan como nadie y porque esto es un equipo y no una fiesta de egos. La sección rítmica es imponente, los solistas están espléndidos. Todo fluye. Roger Roca

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