Los logros del autor

Lo que convirtió a Javier Marías en un novelista extraordinario

Quizá lo más llamativo del escritor fuera su frase: larga, rica en cláusulas y aclaraciones

Fallece Javier Marías, el sempiterno candidato español al Nobel de Literatura

Fallece Javier Marías, el sempiterno candidato español al Nobel de Literatura / VÍDEO EFE

Gonzalo Torné

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La muerte convierte en ocasiones la literatura en una competición donde siempre gana el difunto. "¡El mejor de su generación! ¡El mejor del siglo! ¡El mejor del mundo! ¡El mejor en su idioma!". Llevamos el gusanillo deportivo en la sangre y supongo que escribir frases de este estilo deja en la boca un sabor a grandeur. Claro que las carreras son divertidas, pero los novelistas no son caballos. No compromete a nada señalar que las novelas de Marías son superiores en ambiciones y logros a las de Almudena Grandes o las de Muñoz Molina, pero es imposible demostrar que superen a las de Álvaro Pombo. Cuanto mejor es un novelista más "especiales" son sus cualidades, de manera que la comparación con otro no resuelve quién el enigma de quién es mejor.

Mucho más interesante que este callejón sin salida resulta indagar qué convirtió a Marías en un novelista extraordinario. Y lo que supuso la publicación en dos años de Corazón tan blanco y Mañana en la batalla piensa en mí, novelas de una originalidad inusual.

Quizás lo más llamativo de Marías sea su frase: larga, rica en cláusulas y aclaraciones, que por su respiración sosegada y claridad arquitectónica, está más cerca de James o de Proust que de los borbotones abruptos e inspirados de Faulkner. Marías se distinguía de todos ellos por el empleo obsesivo y mesurado de partículas disyuntivas y adversativas, y de cláusulas especificativas. Esta textura sintáctica le permite abrir a partir de cada acontecimiento varias posibilidades, como si a cada palabra escrita le creciese una sombra alternativa. La "realidad" del relato se atenúa y queda a merced de las diversas versiones que compiten entre sí, no solo en virtud de su veracidad sino también por el atractivo de su hechizo melódico y su interés narrativo.

Sus narradores no son idiotas ni villanos ni mentirosos, sino voces inseguras que nos enredan en una telaraña de hipótesis que dificultan el acceso directo a lo que está ocurriendo. No en vano la fragilidad de la narración y la responsabilidad del que cuenta, la escucha y el secreto, son los consabidos temas de Marías, y derivan de su inesperada sintaxis.

Peculiar manejo del tiempo

Otro logro de Marías es su peculiar manejo del tiempo, que aprendió mientras traducía a Sterne. Sus protagonistas se distancian de los hechos con una narración hiper morosa, lo que les permite razonarlos a veces antes de comprender lo que está pasando. Y en estas grietas se abren dilatados periodos contemplativos donde caben comentarios de películas, recuerdos de infancia, anticipaciones, digresiones filológicas, puyas o humoradas. Quizás lo mejor de la particular temperatura emocional de las novelas de Marías proviene de estas largas tiradas de pensamiento novelesco, donde no busca convencer ni concluir, sino perseguir los diversos aspectos de un tema, sin agotarlo, explorando sus ambigüedades, sus contradicciones, sus aspectos admirables o ridículos.

Estas farragosas explicaciones se vuelven transparentes (¡lo prometo!) en cuanto se abren los libros de Marías y nos ponemos a leer, y eso es algo que la muerte no puede quitarnos.

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