Crítica de ópera

Un ‘Nabucco’ espectacular calienta la noche de Peralada

Unos intérpretes de absoluta excepción y la dirección del sabio verdiano Nicola Luisotti sedujeron al público en esta versión concierto

Nicola Luisotti y Anna Pirozzi, en la representación de'Nabucco' en Peralada

Nicola Luisotti y Anna Pirozzi, en la representación de'Nabucco' en Peralada / Miquel González – Shooting

Pablo Meléndez-Haddad

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La vocación operística del Festival Castell de Peralada continúa regalando noches líricas para el recuerdo. Algo así sucedió el sábado con este Nabuccoque, aunque en versión de concierto, alcanzó un éxito memorable gracias a unos intérpretes de absoluta excepción. La obra llegó al certamen ampurdanés contando con la Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real de Madrid, un reparto de auténticas estrellas y un sabio verdiano en el podio, el director emérito del coliseo madrileño, Nicola Luisotti.

Este electrizante 'Nabucco' aterrizó en el Empordà muy bien ensayado; de eso no cupo duda al ver la complicidad que se creó entre intérpretes y maestro, quien a ratos se dejaba ir tras la melodía en una coreografía minimalista. Luisotti ya mostró maneras desde la obertura y el coro que abre la obra, dando caña sin piedad y disfrutando del placer sonoro. El público se quedó pegado a su butaca ante tanta inmensidad. Todo transcurrió rodado porque, después de trabajar la obra durante un mes antes del estreno madrileño, el Real ofreció (entre el 5 y el 22 de julio) nada menos que 15 funciones con varios repartos diferentes, una docena de ellas a cargo del maestro Luisotti. Y, obviamente, se obró el milagro. La ópera de Verdi se escuchó cargada de tensión dramática, de contrastes teatrales entre las escenas de conjunto, los dúos y las arias, todo enmarcado en la encomiable labor de coro y orquesta. El famoso “Va, pensiero!”, que en Madrid fue ovacionado por el público obligando al estupendo Coro Intermezzo a bisar la parte casi en todas las funciones, aquí fue solo un brillante más de una corona de muchos quilates.

La obra exige una soprano todoterreno para asumir el imposible papel de Abigaille, y Peralada contó con ella, una espectacular Anna Pirozzi; la cantante italiana bordó el papel imponiendo juventud, poderío, pianísimos, buen dominio de la coloratura y un fraseo cincelado a fuego valiéndose de una tesitura amplísima que le permitió despeinar al público con sus sobreagudos y emocionar con sus graves.

En el papel titular, el barítono George Petean –con varios papeles en su haber en el Liceu barcelonés– dibujó un Nabucco sencillamente perfecto, brindando todos los matices que requiere el complejo personaje, desde el arrepentimiento a la locura. Ambos artistas fueron ovacionados.

Como Zaccaria se escuchó al bajo ruso Alexander Vinogradov, quien regaló una lección de canto llegando cómodo a los extremos de la exigente tesitura de su personaje sobresaliendo en arias y en números de conjunto.

También estuvo fantástica la mezzosoprano valenciana Silvia Tro Santafé como Fenena; su línea de canto, su coloratura, su timbre y su fraseo se apoyan en una técnica que le permite plena naturalidad en su canto. Mario Rojas fue Ismaele, el culpable del enfrentamiento amoroso entre Abigaille y Fenena; el tenor mexicano impuso un canto de atractivo timbre lírico muy expresivo al que solo le faltó un poco más de proyección.

Se contó además con secundarios de auténtico lujo, como una sobradísima Maribel Ortega en el papel de Anna (genial en los concertados), el bajo Simon Lim como un convincente y sonoro Gran Sacerdote de Baal y el bien fraseado y teatral Abdallo de Fabián Lara.

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