Los discos de la semana

'Closure / Continuation', de Porcupine Tree: el desafío del 'prog rock'

El grupo británico reaparece tras una pausa de 13 años reafirmándose como joven clásico del género en un álbum poderoso y aventurado

Los nuevos elepés de Katy J Pearson, Julius Rodriguez y Catástrofe Club, también reseñados

PORCUPINE

PORCUPINE

Rafael Tapounet
Jordi Bianciotto
Roger Roca
Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El legado del rock progresivo, tantas veces cuestionado y que se hizo grande en los años 70, se ha acabado filtrando en las propuestas de muchas bandas ajenas a aquel imaginario, pero si hay una que lo ha digerido de un modo literal y sin complejos es Porcupine Tree. ¿Hay espacio para el ‘prog rock’ en 2022? Pues claro, porque, como ocurre, por ejemplo, con el metal, nunca han dejado de salirle hijos y nietos, aunque den poca señal en el escáner mediático (sin que eso, a estas alturas, les quite el sueño a los aficionados).

Pero, respecto a Porcupine Tree, hablamos de un grupo con 30 años de historia, toda una vida, con sus cumbres aplaudidas por la afición (algunas, no tan lejanas en el tiempo, como ‘Fear of a blank planet’, 2007), y su mística y su culto. Grupo que abrió una pausa en 2010 para dar paso a proyectos personales y que ahora reaparece con su primer álbum en 13 años. En el camino ha quedado el bajista, Colin Edwin, cuya tarea asume aquí el cantante y líder multitarea, Steven Wilson. A su lado siguen el teclista original, Richard Barbieri, y el batería (desde 2002) Gavin Harrison, a quien Robert Fripp echó el ojo y fichó para las últimas encarnaciones de King Crimson.

Ecos ‘frippertrónicos’

Un trío de abrumadora capacidad técnica que, lejos de la caricatura ‘prog rock’ del virtuosismo infinito, sirve a la canción y la lleva a estadios aventurados. Lo percibimos a partir de las musculosas notas de bajo del tema de apertura, ‘Harridan’, con su deriva ‘groovy’, su estribillo aparatoso y esas zancadas guitarreras que hacen pensar en el vocabulario ‘crimsoniano’. El influjo de Fripp es palpable en muchos momentos: la lírica pacificación de ‘Dignity’, con su órgano celestial y sus armonías vocales, también con ecos del Bowie más clásico, así como, en otro extremo, el ‘riff’ disonante a lo ‘Red’ que sirve de pórtico a ‘Population three’. Pero Porcupine Tree desarrolla un lenguaje propio muy asentado, mental y poético, proclive al ‘tour de force’ pero también a la especulación galáctica con vestigios de funk (‘Walk the plank’) o a la elegía con poder para llevarte a una realidad paralela: los casi diez minutos de ‘Chimera’s wreck’, tema que se inspira en la muerte, en 2011, del padre de Wilson.

Las temáticas narrativas son diversas, lejos de la idea de obra conceptual, y apuntan a la política en una de las piezas más abruptas, ‘Rats return’, donde las ‘ratas’ resultan ser ciertos dignatarios (Wilson ha hablado de Trump y Boris Johnson). Pero ‘Closure / Continuation’ apunta en su propio título a la circunstancia de la banda, sin mayores coartadas, indecisa sobre si este álbum representa un epitafio o un paso al frente. El álbum trae, pase lo que pase en el futuro, una desafiante secuencia de música alejada de las rutinas pop y de la noción de ‘hit’. Jordi Bianciotto

Otros discos de la semana

Después de debutar como solista en 2020 con un notable elepé (‘Return’) anclado en la tradición de la cantautora folk con querencia country, la bristoliana Katy J Pearson lleva ahora su personalísima voz a un terreno diferente en el que ganan protagonismo los sintetizadores, los bajos con ‘groove’ y los ritmos robustos (‘Alligator’) y en el que una balada de etérea belleza como ‘Willow’s song’, de la película ‘El hombre de mimbre’, se convierte en una brillante e infecciosa pieza de ‘krautrock’. Rafael Tapounet 

El primer disco de este joven pianista, batería y productor de Nueva York habla el lenguaje de la era del 'streaming'. En poco más de media hora logra que ocurran un montón de cosas. Góspel, una versión de Stevie Wonder que suena incluso más 'vintage' que la original, un frenético dúo de saxo y batería, ecos de jazz de todas las épocas y piezas a trío con mucho gancho. Su mayor mérito: que este constante ir de aquí para allá parezca un gesto tan natural como el de hacer 'scroll' en la pantalla del móvil. Roger Roca

La actualidad global pone las cosas fáciles a este dúo de Granollers decantado por pintar una realidad negrísima. Para envolver simpáticas sentencias como “todo crece menos tú” o “deberíamos dar ejemplo, pero solo damos vergüenza”, arma artefactos electrónicos con trazos de rock alemán y pospunk, ecos industriales y desvíos ‘minimal’, coronados por una voz narrativa e inmisericorde. El Club saca partido plástico de ese nihilismo extremo, aunque a veces sospeches que se les escapa la risa. J. B.

Suscríbete para seguir leyendo