Crítica de cine

'El agente invisible': la acción como relato

Persecuciones y músculo priman en esta plana y vertiginosa película rodada por los hermanos Russo

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Quim Casas

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Aunque llevan dos décadas dirigiendo películas, los hermanos Anthony y Joe Russo han destacado por su decisiva contribución a la anterior fase del universo cinematográfico Marvel, con dos películas sobre el Capitán América y otras dos de Los Vengadores. Ahora caen rendidos en los brazos de Netflix, que en los últimos años está diseñando un estilo muy concreto de aparatosas y vertiginosas cintas de acción. ‘El agente invisible’ es un buen ejemplo. La línea argumental es simple. Los personajes carecen de recovecos dramáticos. Son lo que son y punto, sin matices. La acción es seca, pero, aunque al principio se filma el cuerpo a cuerpo un poco al estilo de los filmes de la saga John Wick, después, en las cuantiosas escenas de persecuciones y peleas de lo más diverso, prima ante todo la espectacularidad. Ryan Gosling está en su salsa, con uno de esos papeles estoicos que tanto le gustan. Encarna a un hombre recluido en la cárcel que sale de ella para trabajar como implacable asesino a las órdenes de un supervisor de la CIA. Tras unas cuantas misiones, las cosas empiezan a torcerse. El filme se reduce a la persecución implacable a la que es sometido este agente invisible por parte de un mercenario-sicópata (Chris Evans) también contratado por la CIA. Pero no hay némesis, ni las dos caras de la misma moneda ni nada de nada: puro músculo, persecuciones apabullantes y la acción como relato.

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