Discos de la semana

'Miqui Puig canta Vol. 7': miedo, cariño y cajas de ritmos

El artista vallesano vuelve a la pista con una pletórica colección de canciones pop para los aficionados al baile sentimental

Los nuevos elepés de Julio Bustamante & Lavanda, Shabaka, Florent Marchet y Bely Basarte, también reseñados

Miqui Puig, en el festival Vida

Miqui Puig, en el festival Vida / Ray Molinari

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En la portada de su séptimo disco como solista, Miqui Puig posa junto a unas novias engalanadas para pasar por la vicaría, aunque el cantante -sudadera negra con logo de Smiley rosa y cadena de plata en el cuello- tiene bastante más aspecto de reverendo taciturno que de novio ilusionado. Un predicador del acid house cuyo gesto serio delata cierta impaciencia por abreviar los aburridos trámites de la boda y llegar cuanto antes al momento de la fiesta. Al momento del baile.

Porque el nuevo elepé del artista vallesano, cocinado a medias con el productor y músico Raúl Juan, no deja espacio para las componendas ni las medias tintas; esta es una (formidable) colección de canciones construidas por y para la pista. En el rico universo de Puig, el baile es tanto una necesidad vital, agudizada después de dos años largos de restricciones y distanciamiento, como un acto de resistencia frente a un mundo cruel e insolidario (“quiero que volvamos a las catacumbas”, canta en ‘La Casa Italia’). Una manera de reafirmar las convicciones y ahuyentar los miedos.

Fiesta con invitados

El miedo (al fracaso, a la soledad, a la decadencia, al propio miedo) es precisamente uno de los grandes temas que atraviesan todo el álbum, ya desde la estupenda canción inaugural, ese ‘Pors Puig’ que se abre con un intrigante ‘sample’ sacado de un disco editado en los años 70 por el Pub 2’40 de la barcelonesa calle Aribau (la colección de Miqui es una fuente inagotable de pasmo) y que incorpora la voz de la cantante de Santa Coloma de Gramenet Queralt Lahoz en un sorprendente registro de diva tecno con punto aflamencado.

Lahoz no es la única invitada a la fiesta. También están ahí la añorada Irantzu Valencia, de La Buena Vida, que rompe un largo silencio para poner los coros en ‘Cadera de mimbre’, historia de una amistad forjada en la pista de baile; el ‘toaster’ del Maresme Harny Roots, que colabora en ‘Propaganda’, una diatriba contra los farsantes vendehúmos que mira desde sus coros marciales a Battiato y los Pet Shop Boys, y Ferran Palau y El Petit de Cal Eril, que secundan a Puig en la magnífica ‘Adiós Samurai’, audaz alegato en defensa de la muerte digna en clave de himno dance-pop de aire noventero.

Hay más presencias, claro, aunque la mayoría no figuran en los créditos: Carlos Berlanga, Ultravox, Ciudad Jardín, New Order, La Mode, la Fania, Andrew Wetherall, Family, Iván, Grace Jones, Beastie Boys, Nueva Vulcano, Saint Etienne… y así hasta completar una lista extralarga de influencias, guiños y homenajes, porque, cuando se trata de música, Miqui Puig es esponja y enciclopedia. Todo perfectamente digerido y dispuesto al servicio de una personalísima idea de la canción pop como una mezcla de artesanía y pasión que suena moderna porque no se obsesiona con sonar contemporánea. “Miedo, cariño y cajas de ritmo”, no hace falta mucho más. Tan sencillo (codazo, codazo) y a la vez tan difícil. - Rafael Tapounet 

Otros discos de la semana

Sin novedades en el planeta de Bustamante, lo cual es una gran noticia, porque el cancionista valenciano preserva entre algodones su don para transmitir y conmover en medio del ruido, ya sea arrimándose a la bossa nova (‘Hombres prácticos'), al acento yeyé (‘Visiones’) o a la ‘chanson’ (‘París eres tú’). Agudez lírica y serenidad familiar, con ese dulce eco llamado Montse Azorín, mirando siempre de reojo la inocencia infantil, allá donde ”lo más natural es hacer la real gana”. - Jordi Bianciotto

El fuego que inflama sus grupos -Sons Of Kemet, The Comet Is Coming, The Ancestors- no está. Esta vez, Shabaka Hutchings, faro y motor de un jazz británico que mira a África, desprende una vibración casi zen. En su primer disco en solitario aparca esa energía torrencial tan suya y cambia su instrumento principal, el saxo, por flautas japonesas y percusiones diminutas. 'Afrikan Culture' es una ensoñación. Ambientes, texturas, melodías sencillas y paz. Música casi callada que suena a la vez antigua y futura. - Roger Roca

Florent Marchet dio que hablar en Francia con el selvático ‘Rio Baril’ (2007), que lo situó en vanguardia y alentó la comparación con Sufjan Stevens. Tras un lapso de ocho años (con una novela en el camino), reaparece preservando su sello de narrador sofisticado, enredando sus cavilaciones sobre paraísos perdidos en preciosistas dinámicas melódicas. Más contenido que en el pasado en el plano orquestal, su música sigue desprendiendo un halo mágico, burlando la complacencia melancólica. - J. B.

Melodías sencillas, pero descarnadas. Así es el nuevo minielepé de Bely Basarte, que intenta reconstruirse con seis canciones que hablan de dolor y de esperanza a partes iguales. Su mundo interior cobra vida en temas como 'Si llega el final' o 'No es tu culpa', donde relata la tormentosa relación que ella misma desveló en Instagram. Su dulce voz es el hilo conductor de un relato de superación que encuentra en el pop la vía perfecta para curar las heridas. - Pedro del Corral