Crítica de libros

'Los hombres tienen miedo a la luz', de Douglas Kennedy: el precio de poder decidir

El escritor norteamericano fluctúa entre el 'noir' y la denuncia social en una novela de plena actualidad sobre el aborto

Douglas Kennedy

Douglas Kennedy / EFE

Marta Marne

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Brendan no siempre ha sido conductor de Uber. Durante veintisiete años fue el director de ventas regional del sur de California de Auerbach, una empresa dedicada a la producción y distribución de petroquímica. Sin embargo, una serie de reveses en su vida le han llevado a tener que calcular de manera constante cuánto va a ganar en cada trayecto, si un determinado viaje le compensa, y cuántas horas extras tiene que hacer a la semana para poder pagar las facturas. No es fácil, ya que no solo se trata de realizar el itinerario en el tiempo estipulado bajo el tráfico de Los Ángeles, sino que debe ser educado con los pasajeros y mantener el coche en perfectas condiciones. Algo que en esencia parece sencillo, pero que no lo es tanto cuando los clientes a los que se enfrenta se empeñan en ponérselo difícil. 

También hay viajeros como Elise, una profesora de universidad jubilada que necesita estar en una dirección en concreto a las 18:00. Tiene una cita a las 18:30 y le gusta llegar con tiempo. Tras alcanzar su destino, Brendan decide tomarse un descanso y, minutos después, mientras regresa a su coche puede ver cómo un motorista prepara frente a él un cóctel molotov y hace explotar el local donde momentos antes había entrado Elise. 

Douglas Kennedy, escritor neoyorquino de éxito internacional con obras traducidas a más de veinte idiomas, está siendo rescatado por Arpa en nuestro país, editorial que busca crear la biblioteca Kennedy en castellano . Con ‘Los hombres tienen miedo a la luz’ construye una obra a medio camino entre el 'noir' y la crónica social sobre un tema que, por desgracia, no deja nunca de estar de actualidad.

Y es que el local donde se había adentrado Elise es una clínica abortista, un negocio legal —en el momento en el que transcurre la novela— pero que se ve sometido de manera regular al acoso e intimidación de los denominados ‘provida’ para que dejen de llevar a cabo su trabajo.

El mantenimiento de la intriga es irregular; la segunda mitad resulta un tanto previsible, algo que sin embargo no enturbia lo más destacado de este libro: las conversaciones y argumentos de ambas partes acerca del derecho a ejercer el aborto. Y no tan solo desde un marco legal, sino también moral. ¿Quién y por qué tiene potestad para decidir sobre los cuerpos de las mujeres? ¿Y de los fetos? ¿Es ético obligar a una persona a continuar con la gestación tras una violación? ¿Se tiene en cuenta la transformación física que supone para las gestantes llevar todo el proceso a fin en aquellos casos en que se termina dando en adopción un bebé no deseado? Y la pregunta que nadie quiere hacerse pero que es clave en este tema: ¿por ilegalizar esta clase de intervenciones van a dejar de llevarse a cabo?

Uno de los grandes aciertos de la novela reside en la focalización de la trama en la mirada de Brendan: un hombre ajeno a este tipo de prácticas, casado con una fanática religiosa que está en contra de la interrupción del embarazo. Se cuestiona cada reflexión de Elise, duda, oscila entre una y otra postura. El libro está plagado de diálogos que ayudan a aligerar un argumento que nos recuerda que cada derecho conseguido es susceptible de perderse pocos años después.