Crítica de cine

'Mi mejor amigo': los tentáculos del abuso

La magnífica segunda película de Ferit Karahan retrata la opresión sistémica sufrida por las minorías en Turquía a través de un 'thriller' psicológico

Mi mejor amigo

Mi mejor amigo

Nando Salvà

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La magnífica segunda película del turco Ferit Karahan es un drama social complejo orquestado a la manera de un 'thriller' psicológico, y que utiliza la repentina enfermedad de un niño de 11 años que vive un internado para kurdos en Anatolia Oriental a modo de dispositivo revelador de las miserias de una institución autoritaria fundamentada en la cultura del miedo. Mientras va desentrañando el misterio que rodea el trastorno del chaval y en paralelo detalla las atribuciones de culpa que van adjudicándose entre los docentes y administradores del centro, el relato exhibe una admirable austeridad a nivel visual y narrativo. Sin usar un plano de más ni desperdiciar una sola escena, Karahan va aportándonos una sucesión de detalles y pequeños momentos que nos acercan a la verdad. 

Puede que su retrato de los personajes adultos coquetee con el estereotipo, y que su manejo ocasional del humor no llegue a encontrar su sitio en la narración, pero nada eso logra disipar la espesa atmósfera de gélida tensión en la que la envuelve a través de decisiones cromáticas y trabajo de cámara, ni resta hondura a sus reflexiones sobre los férreos lazos que fundamentan la amistad infantil, el abuso de poder y la facilidad con la que se aprende a ejercerlo tomando ejemplo, y la opresión sistémica sufrida por las minorías en Turquía.

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