Crítica de música
Wilco, nobleza contra los elementos en el Poble Espanyol
La banda de Chicago supo sobreponerse a la ausencia de su guitarrista Nels Cline, baja por covid-19, en la presentación de su recogido nuevo álbum, ‘Cruel country’, en el ciclo Cruïlla XXS
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Lo que faltaba: no solo Wilco venía con su disco más reposado, ‘Cruel country’, lanzado hace un mes, sino que el lunes se anunció que su fogoso guitarrista Nels Cline era baja por covid-19. Una suma de factores que podía resultar inquietante de cara al concierto de este miércoles en el Poble Espanyol (ciclo Cruïlla XXS). Otra banda quizá hubiera suspendido, pero después de dos años de pandemia las ocasiones se aprovechan. “Nels os manda su amor e insiste en que el show debe continuar”, anunció Jeff Tweedy tras el arranque del concierto, que resultó un ejemplo de cómo superar un escollo gordo con sensibilidad y recursos.
Todos tuvieron que trabajar un poco más, en particular el multitarea Pat Sansone y el propio Tweedy, que llegó a marcarse un furioso solo en ‘At least that’s what you said’. Quedaron fuera del atril algunos números proclives al lucimiento de Cline, como ‘Impossible Germany’, pero el combinado de material de estreno y cierta preferencia por temas de sus primeras etapas se saldó con buena nota. Empezando por esas citas a ‘Cruel country’ que encauzaron el concierto a partir de la guitarra acústica; canciones muchas de las cuales el grupo concibió en el confinamiento de 2020 y que transmitieron una mezcla de recogimiento y acidez política, cual observatorio visionario de la realidad: “amo mi país, estúpido y cruel”, hizo saber Tweedy en el tema titular.
Reposado pero electrizante
Fue una versión de Wilco, por lo general, un poco más serena, rica en medios tiempos, sucesiones armónicas emotivas y vestigios de ‘Americana’. Pero ‘Cruel country’ no es un regreso a las raíces de la banda, sino en todo caso una evocación de los orígenes de una parte de sus fuentes inspiradoras, que no es lo mismo, y temas como ‘I am my mother’, ‘Hints’ o la solemne ‘Story to tell’, visitada por fantasmas familiares, hablaron bien de las habilidades autorales de Tweedy y de la nobleza expresiva de Wilco. Significativas las menciones al segundo álbum, ‘Being there’ (1996), caso de la apacible pero electrizante ‘Sunken treasures’, donde el líder recordó, levantando ovaciones, que la música le salvó, añadiendo que las cosas “no son igual sin rock’n’roll”.
No fue un Wilco desvalido, el que vimos; acaso un poco más romo, pero con su minuciosa gramática instrumental impoluta, realzando los teclados (el piano en ‘Hummingbird’) y prestándose a las interferencias sónicas que comenzaron a cultivar en los tiempos de ‘Yankee hotel foxtrot’, dos décadas atrás, como en ‘…Poor places’. Y aunque no estaba ahí Cline para desbocar el ‘guitarrismo’, hubo más rock y espasmos de diversión en el tramo final, a costa de ‘I am the one who loves you’ y de un lote con vistas a ‘Being there’ culminado con ‘Outtasite (outta mind)’, rúbrica de una noche en la que Wilco supo ser Wilco aun con una pata menos.
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