Opinión | Periféricos y consumibles

Javier García Rodríguez

Javier García Rodríguez

Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo

Olona, Manuel Puig, ucronía

La candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía, Macarena Olona clausura el acto de cierre de campaña del PP para los comicios autonómicos. /

La candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía, Macarena Olona clausura el acto de cierre de campaña del PP para los comicios autonómicos. / / EFE

Escribo esta pieza sabiendo lo que ha pasado con Olona en las elecciones andaluzas. Y aunque es verdad que lo glocal no quita lo caliente, lo que más me interesa de esta señora es el modo en que ha llevado al extremo el desparpajo ayusino o ayusiano. Si ya Isabel Díaz Ayuso ponía de los nervios a sus contrincantes con su sonrisa lela o alhelí y su discurso cortante y sonante con tonillo de cheli de Serrano pasado por la túrmix marina, Olona es el empoderamiento femenino fachirulo. Como una Olona de fuerza desmedida había irrumpido la candidata provincialmente apátrida, que aparecía en los carteles penibéticos travestida en la morena de mi copla que pintara Julio Romero de Torres. Esta mujer de rojo sobre fondo verde trufado de banderas de España nos miraba con los ojos de misterio y el alma lleva de pena. Como escapada de un cuadro, en el sentir de la copla, toda España la venera y toda España la añora, oíamos en el pasodoble, que con su soniquete nos conduce a la Venta de Eritaña. Y el auditorio invisible parecía pedir que ojalá levantara la cabeza Manolo Escobar porque si Olona tuviera un Manolo Escobar, cuántas cosas barrería del sur.

Manolo Escobar comenzó a morir un poco el día que los componentes de la selección española de fútbol lo zarandearon y lo mantearon como a un pelele goyesco en la celebración de uno de esos triunfos mundiales que tan lejanos nos parecen ahora, en la época del pie quebrado de la copla luisenriqueña. Olona, Manolo Escobar, Romero de Torres, Goya, Luis Enrique formando parte de una obra literaria única, de una ficción degenerada que mezcla y agita un cóctel solo apto para un fan de huevo o de vainilla, una mixtura de formas con un Sherlock Holmes en Manhattan, un crossover como la Regenta contra Drácula, como C. Tangana cantando “Pasa la tuna en Santiago cantando muy quedo romances de amor”, como una fanfic con zombis con chorreras y entorchados. Olona propugna un mash up ucrónico: “en el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército goyesco, han alcanzado las tropas zombis sus últimos objetivos tunantes. La copla ha terminado. Firmado: Manolo Escobar”.

Por si acaso, yo iba cavando mi trinchera infinita. Una habitación del pánico como las que venden las empresas de seguridad. Los tabiques de la mía la conforman las reediciones de todas las novelas de Manuel Puig en Seix Barral. Si me traicionan, que sea Rita Hayworth; si me hablan, que sean las boquitas pintadas; si me besan, que sea la mujer araña; si es un pubis, que sea angelical. Risa, sexo, lenguaje, libertad. Lo demás son coplas. Y mala mente. Tra Tra.

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