Doble oferta expositiva
Un Picasso íntimo y cotidiano, en el objetivo de Lucien Clergue
El Museu Picasso de Barcelona inaugura una exposición con 240 imágenes del fotógrafo francés que son testimonio de su amistad con el pintor
En paralelo, el centro abre una muestra sobre el ingente trabajo de catalogación de los grabados del artista que realizó Brigitte Baer
Anna Abella
Periodista cultural
En esta casa desde 1990. Periodista cultural. Buceando en el mundo de los libros desde 2005.
Pablo Picasso no sabía nadar. Pero ahí está, en varias fotografías tomadas por su amigo Lucien Clergue, dándose un chapuzón y flotando en el agua con movimientos que parecen algo inseguros en la costa francesa. En otras aparece el pintor en 1965, en batín en su casa de Notre-Dame-de-Vie, con su esposa Jacqueline Roque, bailando en una fiesta gitana, mirando el reloj en una terraza tras tomar un refresco o en corridas de toros, a las que tan aficionado era. Son algunas de las escenas de la intimidad y la cotidianidad del artista en el sur de Francia que captó el objetivo de Clergue (1934-2014) y que son "el diario de su amistad y las efemérides de una vida de complicidades y del ocio compartido", apunta Emmanuel Guigon, director del Museo Picasso de Barcelona, que inaugura una exposición con 240 fotos en blanco y negro del fotógrafo francés del total de 595 que forman parte de la colección del centro, que las compró en 2016.
Se abre el recorrido, que podrá verse hasta el 10 de octubre, con la primera vez que Clergue retrató al artista. Fue el 5 de abril de 1953, cuando coincidieron en una corrida de toros en Arlés, ciudad natal del fotógrafo. No se conocían, pero Picasso le pidió a aquel joven de apenas 19 años que le siguiera enviando fotos suyas. No fue hasta dos años después que se reencontraron en la casa del pintor en Cannes, La California, y le invitó a retratarle. Clergue, que consideró aquel día como el más hermoso de su vida, atribuía aquel privilegio a que al pintor le habían gustado sus fotos de saltimbanquis, que enlazaban con el espíritu de sus Arlequines, sus ensayos de cadáveres de animales y la destrucción de Arlés por bombardeos aliados. "Carroña y ruinas reflejaban un universo macabro que él mismo había representado en el ‘Guernica’. La guerra nos acercaba. También las corridas", explicó el fotógrafo.
Fotos de la ausencia
Su amistad y su relación se mantuvo hasta la muerte de Picasso, en 1973. En 1978, el fotógrafo volvió a la casa a petición de Jacqueline. Sus instantáneas reflejan la ausencia del artista, el taller vacío y la tristeza de la viuda mientras observa varias obras embaladas para el transporte.
La exposición muestra "el valor de la fotografía en sí misma y es un homenaje al fotógrafo, que ya a los 18 años tenía la mirada del creador", destaca Sílvia Domènech, que comisaría la muestra junto a Guigon. Picasso le presentó a sus amigos, entre ellos, el cineasta Jean Cocteau, quien le invitó a participar en el rodaje de ‘El testamento de Orfeo’, trabajo que fue determinante para que Clergue se dedicara definitivamente a la fotografía profesional. Fue el fotógrafo oficial de la cinta, en la que salía también Picasso. Una de las imágenes le muestra relajado y fumando en el rodaje, charlando con Luis Miguel Dominguín ante Lucía Bosé y Jaqueline.
Un Picasso tierno y pensativo, desinhibido y divertido, cercano… recorre la exposición. En casa de un anticuario en 1959 junto a Paco Muñoz tocando una trompeta, bailando en 1964 junto al guitarrista de flamenco Manitas de Plata en una fiesta gitana, estampando su firma en una guitarra o con las hijas de Clergue, una poco más que un bebé. En las últimas fotos que tomó del artista, en 1971, refleja al hombre que conoció: "fuerte, triunfante, vulnerable, tímido, hastiado, goloso y feliz de vivir".
La pasión por el grabado
En paralelo, el museo de la calle de Montcada abre otra muestra surgida de su colección gracias a los archivos donados en 2015 por David Leclerc, sobrino de Brigitte Baer (1931-2005), autora del catálogo razonado de los más de 2.000 grabados de Picasso.
‘Brigitte Baer. Picasso y sus grabados’ refleja la pasión por el grabado de esta mujer de extensa cultura que no llegó a conocer al artista y reivindica su labor de catalogación, "minuciosa, inteligente y cuidada", añade Domènech, también comisaria junto a Núria Solé, quien destaca su papel como historiadora del arte y su tarea "obsesiva, realizada con rigor científico y buscando toda la información posible" de cada pieza.
La muestra expone 50 grabados, acompañados de fichas y textos manuscritos anotados por Baer que dan fe de su método. Ella tomó el relevo de Bernhard Geiser, que antes de morir solo publicó dos volúmenes, que Baer completó y multiplicó hasta siete.
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