Entrevista

Coco, superviviente de 'Charlie Hebdo': "Eran una fuerza de destrucción sin humanidad"

La dibujante francesa lega su brutal testimonio de la masacre islamista vivida en la revista satírica francesa el 7 de enero de 2015 en el cómic 'Seguir dibujando'

Coco, dibuixant de Charlie

Coco, dibuixant de Charlie

Anna Abella

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El 7 de enero de 2015, dos islamistas encañonaron con sendos kalashnikov a Coco, dibujante de ‘Charlie Hebdo’ que se dirigía a la calle tras abandonar la reunión semanal de la revista satírica para recoger a su hija en la guardería. La obligaron a guiarles hasta la puerta de la redacción y a abrirla con el código de acceso. Aún resuena en su cabeza el "tak tak tak tak" de los disparos con que los terroristas masacraron a sus amigos y compañeros dejando aquel día un macabro saldo de 12 muertos, entre ellos los icónicos dibujantes Charb, Cabu, Wolinski, Tignous y Honoré. Ella sobrevivió, pero no salió indemne. Ahora Coco, seudónimo de Corinne Rey, de 39 años, lega su brutal y conmovedor testimonio sobre aquel "puñado de minutos que pusieron" su vida "patas arriba" en su primer cómic largo, ‘Seguir dibujando’ (Bang Ediciones). En él refleja una montaña rusa de sentimientos -miedo, dolor, culpa y trauma…- utilizando como alegoría visual la gran ola de Hokusai, que la persigue, la golpea, la zambulle y la sepulta, al tiempo que recorre los hechos y recuerda a quienes ya no están y cuya única arma era la pluma. 

Sigue trabajando en ‘Charlie Hebdo’, y en ‘Libération’ y otras publicaciones. Pero en el libro escribe cosas como "El 7 lo eclipsa todo, me levanto 7, vivo 7, como 7, duermo… nunca" (…) "tengo que vivir con ello. Y una se sorprende a veces. Resiste. Lucha". ¿Cómo se siente hoy? 

Ahora tengo un poco más de espacio. Hacer el libro me ayudó, fue una forma de procesarlo todo, de concentrar en un mismo sitio todo lo que ocupaba mi cabeza. Al acabarlo me di cuenta de que llevaba mucho tiempo conteniendo la respiración. Evidentemente pienso mucho en el 7 de enero, hay muchas cosas que me lo recuerdan constantemente. Trabajo con temas de actualidad y a menudo hay resonancias o alusiones directas. No lo olvido.   

Escribe que dibujar le ha permitido construir un "dique de contención".  

Sí. También la terapia me ha ayudado mucho. Cuando se vive una fractura como esta -y este es un término que mi psicólogo ha usado muchas veces, porque es así, algo se rompe en tu interior-, al principio no eres consciente de lo que te ha pasado, cuesta asumir lo que ha sucedido. Al principio estaba muy agobiada en un círculo vicioso entre el trabajo, revivir lo sucedido, pensamientos intrusivos… y el psicólogo me ayudó a poner las cosas en orden, a analizar todo lo que pasó ese día, a analizar mis propias emociones de culpabilidad, que eran muy intensas. No lo he superado y sigue viviendo conmigo, pero logro gestionarlo mejor.  

Muestro que los terroristas eran una fuerza de destrucción, dibujo la amenaza que suponían y cómo habían perdido la humanidad

La persigue la culpa del superviviente y esos "¿Y si…": si habría podido hacer algo, gritado, intentado huir, haberles golpeado… Cada pregunta lleva a una respuesta rojo sangre. 

Sigue formando parte de mi presente, pero el bucle de ¿Y si…? es menos fuerte que antes. Me ha costado, pero he logrado comprender que realmente no estaba en mi mano hacer una cosa u otra, que ese día yo no tuve elección. Cuando pienso en ello me es imposible no sumirme en un estado de cavilación: aunque sé que no tenía elección pienso que sí me habría gustado poder decidir, tener la capacidad de hacer algo.  

Le dijeron: "O tú o Charb" (el director de ‘Charlie’). Escribe: "Mi cuerpo solo obedecía al miedo". Los únicos culpables son los terroristas. 

 Sí, lo sé. Ahora lo entiendo. Me llevó mucho tiempo comprenderlo. Y ahora simpatizo mucho con víctimas de situaciones parecidas, como las de los atentados de noviembre, porque lo más duro es el sentimiento de impotencia, que te paraliza. Yo, después del atentado, estaba paralizada, congelada por el horror, era incapaz de pensar, de hacer nada. Tenía lo que se llama el síndrome del autómata, que provocan situaciones de horror como estas. 

La escena de los disparos no es explícita sino una oscuridad que guarda la intimidad de los fallecidos y heridos. ¿Cómo fue dibujar "el silencio de la muerte"?   

Mi forma de dibujar es desinhibida e impúdica pero en realidad yo soy muy pudorosa. El libro de Philippe Lançon (periodista herido en el ataque que escribió ‘El colgajo’) es muy agudo y meticuloso, pero es palabra escrita y es la imaginación que nos lleva a ver lo que pasa. Es distinto de algo dibujado de forma figurativa, que deja la imagen congelada. Yo no quería preservar la imagen de mis amigos y compañeros así. Por eso hice una página entera llena de pinceladas negras. Recuerdo que la dibujé muy tarde, por la noche, sobre la mesa, empecé a dar con el pincel como cortes, como heridas. Eso conseguía encapsular mejor, creo, lo que pasó. Continuamente vuelvo a ese momento en mi cabeza y esa página lo refleja. Es la fuerza del dibujo, una imagen muda despliega una multitud de significados en quien la vive. Quería mostrar algo de forma muy sencilla pero muy potente. 

A los islamistas los dibuja encapuchados, amenazadores. Les define como "unos cobardes, sin cara, armados hasta los dientes, determinados a matar periodistas y a dibujantes libres, en nombre de su Dios". 

La representación de los terroristas no está muy alejada de la realidad: iban completamente de negro, con la cara tapada… Y la diferencia de tamaño también es real: yo no soy muy alta y ellos eran muy corpulentos. Se trata de mostrar cómo eran una fuerza de destrucción, de mostrar esa mole, la amenaza que suponían y la deshumanización que llevaban consigo. Porque tal cómo me hablaban y cómo se movían a mi alrededor, me di cuenta de que solo tenían un objetivo, que habían perdido la humanidad. Describo también el momento en que me equivoco de piso y cómo estaban dispuestos a acabar conmigo allí mismo. 

Seguir con la revista tras el atentado fue una forma de mandar a la mierda a los terroristas que mataron por unos dibujos

¿Le ayudó a seguir adelante tener una hija pequeña? 

No, todo lo contrario. Al principio estaba tan afectada que me daba miedo transmitirle a mi hija algo de todo lo que me pasaba. Estaba absorbida por el trabajo y me daba miedo volver a casa porque tenía la sensación de traer un monstruo a casa. Durante un tiempo vi muy poco a mi hija. Mi compañero tomó el relevo. Estaba protegiéndola de mí misma. Luego, con el tiempo, la cosa mejoró. Hace un año intenté explicarle que Cabu falleció porque sucedió algo muy grave, pero no sé cómo plantearle para que no le afecte de forma muy grave que su madre estuvo a punto de morir. 

Citaba a Lançon. También otros supervivientes han escrito sobre su experiencia: Luz (‘Catarsis’) o Catherine Meurisse (el cómic ‘La levedad’). ¿Se han ayudado mutuamente?

Cada testimonio es muy diferente y cada uno lo hizo por su lado. Creo que es un trabajo que solo puede hacerse a solas, requiere mucha introspección. Hasta que terminé no me di cuenta de lo importantes que eran, porque cada uno puso su piedra en la reconstrucción de lo sucedido. Eso es muy valioso. Y el seguir haciendo la revista tras el atentado fue una forma de mandar a la mierda a estos terroristas que mataron por unos dibujos. A mí me sostuvo ese espíritu combativo de decir que nos podemos reír de todo. La revista es esto: un conjunto de personalidades brillantes y chispeantes. 

‘Charlie Hebdo’ es símbolo de defensa de la libertad de expresión. 

Es nuestro trabajo. Es muy fácil dar por supuesto que tenemos libertad de expresión, pero cuando se ve atacada de esta manera es cuando nos damos cuenta de que hay que defenderla porque podemos perderla. 

¿Hay límites al humor y la sátira? Charb, director de ‘Charlie’, decía que solo la ley. 

Si empezamos a poner límites, si atendemos a prohibiciones e impedimentos, no se podría hacer nada. Es como decir que como la vaca es sagrada en la India no podemos comer hamburguesas. No se puede dejar que la gente imponga su ley personal. Pero, claro que hay límites: los que marca la ley, evidentemente no se puede difamar. Cada persona siente algo distinto ante un dibujo, si tuviéramos que tener en cuenta cada sentimiento no podríamos dibujar nada. Debemos guiarnos por la brújula de la libertad y la sátira. 

La reunión del consejo de redacción de 'Charlie', poco antes del atentado; Coco está comiendo galletas

Charb también decía que "lo único que amenaza a la prensa es la autocensura". El miedo la ha llevado a pensar en autocensurarse? 

No, no. Autocensurarnos en ‘Charlie Hebdo’ tras el atentado no habría servido de nada porque se trata de poder tocar cualquier tipo de tema, aunque sean cosas incómodas o delicadas porque hay gente que puede sentirse ofendida, como criticar las religiones. Al fin y al cabo, la democracia es eso. Se podría entender que tras el atentado nos hubiéramos cortado un poco y dejado dominar por el miedo pero teníamos muy claro que debíamos fortalecer aún más la defensa de la libertad de expresión, no solo porque era algo importante para nuestros amigos que ya no están sino porque es el sentido de lo que hacemos. De hecho, yo misma me digo que no voy lo bastante lejos, que debo ser más gamberra, que el espíritu satírico hay que cultivarlo activamente.  

¿Qué les diría a los terroristas si los tuviera ahora delante? 

Es duro y difícil responder (pausa). La hija de Philippe Honoré, uno de los dibujantes que murió ese día, dijo que creía que su padre, si le hubieran dado tiempo, habría intentado convencerlos, incluso debatido sobre los dibujos…, pero la verdad es que yo nunca he llegado a preguntarme qué les diría. Incluso la palabra rabia no es lo bastante fuerte. No quiero pensar en qué les diría. Es una pregunta demasiado difícil. 

Aún la acompañan escoltas.  

Te acabas adaptando. Son guardaespaldas de la policía, y son muy atentos y discretos. Aunque los tenemos a nuestro pesar es la forma que tenemos para seguir trabajando, para ir a conferencias o presentaciones. Aunque pueda parecer que así somos menos libres porque no podemos desplazarnos con tanta facilidad, para mí la verdadera libertad está en mi cabeza. 


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