Crítica de música

Patti Smith, un aullido salvaje en Pedralbes

La cantante estadounidense ofreció un concierto apabullante en el que invocó al poeta ‘beat’ Allen Ginsberg, clamó por el activismo político y abrumó al público con sus electrizantes asaltos a clásicos como ‘Because the night’, ‘Gloria’ o ‘People have the power’

Patti Smith, un aullido salvaje en Pedralbes

Patti Smith, un aullido salvaje en Pedralbes / Quique García/Efe

Jordi Bianciotto

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“¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!”, hasta quince veces, recitó con furia Patti Smith siguiendo las notas a pie de página de ‘Howl’, el ‘aullido’ con el que Allen Ginsberg denunció en 1955 la deriva conservadora estadounidense. Hay paralelismos entre aquel tiempo de macartismo y el momento actual, nos vino a decir invocando el 25º aniversario de la muerte del poeta ‘beat’: “el futuro es vuestro, el momento es ahora”, aseveró ante la fachada del Palau de Pedralbes.

Patti Smith garantiza la tensión eléctrica allá donde va, pero lo de este jueves estuvo un escalón por encima de lo habitual. Quién hubiera dicho décadas atrás que la artista de Chicago llegaría a propinarnos conciertos de tal autoridad, nervio y cualidad vocal a los 75. Pero así fue en esta nueva visita, con pórtico de cadencias jamaicanas en el hilo ambiental (Lee Scratch Perry) y palanca bautismal en el reggae-rock de ‘Redondo beach’. A los pies de la batería de Jay Dee Daugherty, dos banderas de Ucrania y una de Etiopía.

Ofrenda al público

Concierto tocado por diatribas políticas, poético y salvaje, representando las esencias de un rock’n’roll urbano ajeno a manierismos, con los clásicos tersos (‘Dancing barefoot’, ‘Free money’) y varias citas a su obra adulta, como ese ‘Grateful’ entregado en ofrenda a una audiencia en trance, que llenó el recinto en su formato grande (3.400 asistentes). Banda avasalladora, con las severas seis cuerdas de Lenny Kaye y la rueda de guitarras, bajo y teclados a cargo de Tony Shanahan y el hijo de la cantante, Jackson Smith, a cuyo padre, el legendario Fred ‘Sonic’ Smith (MC5), dedicó románticamente ella ‘Because the night’. Shanahan y Kaye dejaron que sus cuerdas vocales descansaran y se encargaron de rendir honores a Hendrix (‘Stone free’) y The Stooges (‘I wanna be your dog’).

Banda superlativa y fuego (¿eterno?) en la figura central, sin importarle citar dos veces a Dylan (‘The wicked messenger’, ‘One too many mornings’) y creando una escena de mística y paroxismo en torno a ‘Beneath the southern cross’ con su declamación airada, acusando a sirios, troyanos y corporaciones, diciendo la canción tanto como cantándola. Y los trofeos finales, ‘Pissing in a river’, ‘Gloria’ y ‘People have the power’, estrechando lazos eléctricos con el público, mientras ella lanzaba escupitajos al suelo, vieja sacerdotisa punk, invitándonos a imaginar cómo demonios será, un día u otro, un mundo sin Patti Smith.

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