Crítica de cine

'La brigada de la cocina': la integración, a través de la comida

El director Louis-Julien Petit consigue que su fórmula de cine social y 'feel good movie' funcione a la perfección en esta película en la que se reivindica no solo el paladar, sino también la necesidad de visibilizar y los estratos más excluidos.

Fotograma de la película 'La brigada de la cocina'

Fotograma de la película 'La brigada de la cocina' / Caramel Films

Beatriz Martínez

Beatriz Martínez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Al director Louis-Julien Petit siempre le ha interesado poner de manifiesto problemas sociales en sus películas, ya estén inscritas en el drama o en la comedia. Su anterior título, 'Las invisibles' transcurría en un centro de acogida de mujeres sin recursos y ahora, 'La brigada de la cocina', tiene lugar en un centro de acogida de niños inmigrantes. A él accederemos a través de Cathy (Audrey Lami), una estricta chef que comenzará a trabajar en la cocina de la humilde institución y que se negará a preparar todos los días raviolis en lata. Su misión, hacer los mejores platos, aunque sea en las peores condiciones. Y, aunque tenga mal carácter, poco a poco accederá a que los internos se conviertan en sus ayudantes. 

'La brigada de la cocina' aborda la integración social a través de la comida. Podría haber sido a través del canto en un coro, de un deporte, de una obra teatral o de cualquier otra materia motivacional (se han hecho ya películas con casi todos esos planteamientos). El esquema hubiera sido parecido, siempre lo es, pero en manos del director se aprecia entusiasmo y respeto tanto por la materia como por los personajes que retrata. No solo eso, sino que, como apunta el final del filme, cuando la protagonista se inscribe en un reality para visibilizar la situación de exclusión de sus pequeños ayudantes, el cine también continúa siendo un arma de protesta y reivindicación. 

Suscríbete para seguir leyendo