Crítica de teatro

'Una teràpia integral': receta sabrosa

Cristina Clemente y Marc Angelet encuentran el punto de cocción para la nueva comedia de La Villarroel

'Una teràpia integral', nueva comedia del tándem formado por Cristina Clemente y Marc Angelet

'Una teràpia integral', nueva comedia del tándem formado por Cristina Clemente y Marc Angelet

Manuel Pérez i Muñoz

Manuel Pérez i Muñoz

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En abril de 2020, cuando estábamos encerrados, el consumo de harina subió un 200%. En pleno estado de shock, nos pusimos a hacer pan como una protección cultural primaria. Sobre esta conexión ironiza 'Una teràpia integral', nueva comedia del tándem formado por Cristina Clemente y Marc Angelet después del éxito de 'Lapònia' (2019). Si aquella trataba la magia, esta más reciente se ocupa de la fe ciega, la creencia en los gurús de las terapias alternativas que se aprovechan del malestar social para hacer caja con tonterías supinas.  

La acción se sitúa en uno de esos cursillos que sirven para socializar fuera de las redes sociales, pero uno ciertamente caro y exclusivo, solo para tres participantes seleccionados entre una larga lista de aspirantes. Toni Roca (Abel Folk) imparte en él sus teorías supuestamente visionarias: “som el pa que fem”, en las acciones de amasar, reposar y hornear se detectan y corrigen todas las inseguridades y carencias del individuo. Puede parecer un poco absurdo –hablamos de hecho de una comedia–, pero el argumento se sostiene perfectamente gracias a la imitación inteligente de esas lógicas mesiánicas y simplistas de los nuevos curanderos: la rimbombancia vacía de Paulo Coelho sorbida en taza de Mr. Wonderful con placebo homeopático de Josep Pàmies en su interior. 

Ritmo, burla y conflictos

Hay mucho oficio en el texto, sobre todo de ritmo en la dosificación de los conflictos y en el desarrollo de unos personajes bien dibujados desde sus respectivos clichés de clase social alta. El equilibrio entre la identificación y el ridículo es muy fino. La dirección –que también corre a cargo de los autores– consigue una sabrosa cocción para todos los públicos. Su sabor no es pretencioso pero tampoco superficial, aunque le falta un poco de pimienta para no parecer tan condescendiente con el mundo de las terapias milagrosas y sus chamanes. 

En la contención y malestar de su personaje cuesta reconocer a Àngels Gonyalons, lo dibuja con admirable entrega, lejos de sus registros más habituales y con una vis cómica remarcable. Roger Coma es el catalizador de la trama con la suma de arquetipos cómicos, un pijo adicto a cualquier remedio que lo aleje del trabajo. Andrea Ros y la inseguridad de su papel tienen mucha verdad y recorrido, contrapunto afinado a la construcción física bien marcada de Abel Folk, que trasmite la seguridad varonil y paternalista que seduce al resto de personajes. Resulta fácil encariñarse con ellos, y en consecuencia se echa en falta morder más fuerte sobre la nimiedad de sus problemas del primer mundo.

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