La invasión de Ucrania

Creíamos que era cultura rusa y es cultura ucraniana

La traductora y escritora Marta Rebón, gran conocedora de la literatura eslava, se vale en 'El complejo de Caín' de esos grandes autores para entender el conflicto

Marta Rebón

Marta Rebón / Joan Cortadellas

Elena Hevia

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Marta Rebón (Barcelona, 1976) es una de las grandes conocedoras locales de la cultura rusa. Suyas son algunas de las mejores traducciones al castellano y al catalán de autores tan primordiales como Svetlana Alexiévich, Vasili Grossman, Lev Tolstói, Borís Pasternak, NIkolái Gógol, Mijaíl Bulgákov, Vasili Aksiónov o Lidía Chukóvskaia, amén de la reciente premio Formentor Liudmila Ulítskaya (que será reeditada por Anagrama pasado el verano). De ese conocimiento y esa sensibilidad nace un librito como ‘El complejo de Caín’ (Destino / Ed. 62 ), en el que la autora y traductora, bajo el subtítulo de ‘El ser o no ser de Ucrania bajo la sombra de Putin’, pretende dar claves para entender el conflicto con Ucrania, un milenario odio entre hermanos en el que el más poderoso intenta aniquilar al débil. 

No elude Rebón las claves geopolíticas pero se explaya mucho más en los referentes culturales y literarios de ambas naciones, revelando datos no muy conocidos, como el origen ucraniano de tantos autores percibidos como rusos (porque escriben en ese idioma poderoso), como Nikolái Gogol, Anna Ajmátova, Mijáil Bulgákov, Isaak Bábel o Vasili Grossman. Todos ellos nacieron dentro de los límites del antiguo imperio ruso pero aportan unas señas de identidad que poco tienen que ver con el hinchado orgullo ruso. “Ucrania es un país con una gran voluntad europea, tranquilo, con una importante comunidad judía, multicultural y marcado por su carácter periférico. Suele decirse que la libertad es uno de sus grandes valores y eso les ha enseñado a ser tolerantes. En cambio en lo que hoy es la Federación Rusa, con sus dos grandes centros de poder, Moscú y San Petersburgo, se ha atrofiado a los ciudadanos”, apunta Rebón. 

También reconoce que en Ucrania, con un cómico liderando el país, se ha cultivado el sentido del humor como en ningún otro lugar de la Europa del Este, algo que también les ha servido para desactivar el poder omnímodo. “Es verdad que hay autores rusos muy divertidos, pero nada comparable a ‘Las almas muertas’ de Gogol".

Los rusos o están haciendo haciendo la guerra o se están preparando para ella, decía Aleksiévich

— Marta Rebón

Mucho se habla de la manipulación informativa del gigante ruso, pero hay una esencia también enquistada en la historia del antiguo imperio sobre la que es difícil bromear. “La bielorrusa Svetlana Aleksiévich ha hecho una de las más acertadas radiografías de la mentalidad de su vecino: ‘Los rusos o están haciendo la guerra o se están preparando para ella’. Eso ha sido históricamente así porque ha servido de aglutinante para la nación. El problema es que no sabemos exactamente cuánta gente está en contra de Putin dentro de Rusia. Ya ni siquiera son fiables los datos de las encuestas del centro sociológico Levada, que hasta hace muy poco era un organismo independiente y ahora ya no sabría decir si lo es. Los datos dicen que un 80% de los ciudadanos rusos están a favor de la guerra”.

Históricamente, los rusos siempre se han sentido bien bajo la bota autócrata: “El punto de inflexión fue la caída del imperio soviético pero gracias a las extorsiones y las privatizaciones que crearon una nueva oligarquía, la posible democracia rusa nació muerta. Su historia siempre se apuntala en líderes con una masculinidad muy tóxica que gobiernan a golpe de testosterona. Cuando Maxim Ósipov vino aquí por Sant Jordi me discutía eso, no aceptaba la especificidad rusa, pero yo creo que en Rusia existe ese patrón. Y eso ha hecho que no conozca la democracia ”. 

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