Literatura latinoamericana

Ariana Harwicz: "Todas mis historias surgen del autodesprecio"

La escritora argentina publica 'Trilogía de la pasión', que reúne sus tres primeras y muy inquietantes novelas

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ariana / Zowy Voeten

Elena Hevia

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Describir a Ariana Harwicz como la autora que incomoda, en un tiempo en el que muy pocas escritoras adoptan el camino fácil de la complacencia, es hacerle un flaco favor. Lo que hace esta escritora argentina que ha pasado buena parte de su vida adulta y toda la de su vida creativa en Francia, siempre en pueblecitos insignificantes de los alrededores de París, es arrearle una buena patada a la sensibilidad de los lectores impidiéndoles esa cosa acogedora y confortable que es la identificación con los personajes.

¿Cómo hacerlo con esas voces de madres despiadadas y pedófilos asesinos de niñas que transitan sus ficciones, con esa violencia desatada? Sus tres primeras novelas, ‘Matate, amor’ (2012), ‘La débil mental’ (2014) y ‘Precoz’ (2015), que ahora recoge Anagrama en un único volumen bajo el título de ‘Trilogía de la pasión’, ya levantaron polvareda en Argentina por lo salvaje y visceral de sus retratos familiares. Pero todo eso fue en un tiempo que hoy parece lejano, anterior al MeToo, cuando el término ‘mala madre’ se interpretaba como una herejía sin vuelta de hoja.

Tensar los límites de lo que se puede decir en términos de corrección política. Harwicz  tuvo que ver cómo Twitter bloqueaba  su cuenta bajo la acusación de que el título ‘Matate, amor’ promovía el suicidio. Eso propició un divertido juego que llevó a algunos lectores a retitular la novela en la red como ‘Andate a la concha de la lora, amor’. Hoy se la rifan los teatros argentinos. Sus tres novelas han subido a los escenarios porteños y en Barcelona habrá la posibilidad de ver el monólogo de ‘La débil mental’ en Casa América el próximo día 12 a las 19.30 horas. También estará presente en el nuevo festival de Literatura Latinoamericana KM América que se celebrará en la Biblioteca García Márquez de Barcelona. Traducida a 18 idiomas, su fama ha llegado a Estados Unidos, donde han comprado los derechos de estas obras para llevarlas al cine. La autora, que necesita ir a la contra del ‘mainstream’ de los tiempos, remacha que serán películas y no series de televisión.

Lleva la incomprensión de algunos lectores, de esos que confunden la ficción con la realidad, como si se tratase una medalla: “Me he encontrado en situaciones increíbles, y en especial, donde menos me podría imaginar, en Francia, donde vivo desde 15 años, y donde hoy existen tantos textos contra las maternidades convencionales. En un artículo de ‘Le Monde’ aseguraban que yo era una mala madre [Harwicz tiene un hijo de siete años] sencillamente porque escribo sobre malas madres y un juez francés esgrimió el mismo argumento durante un juicio. Me encanta que mis libros molesten, esa es la garantía de que no se han integrado en el sistema”. Y eso que a Harwicz en la prensa francesa llegaron a equipararla con Brigitte Bardot, más amante de los animales que de las personas, cuando dijo aquello de que hubiera preferido parir a un perro antes que a su hijo. Aunque esto último sí lo explica, dolorida. “Me duele porque en el fondo todas mis historias surgen del autodesprecio y ese sentimiento lo traslado a la narradora”.  Cita a  Pessoa: “No soy nada / nunca seré nada / no puedo querer ser nada”.

Infiernos domésticos

Cuando la autora empezó lo que con el tiempo se convertiría en una trilogía sobre infiernos domésticos y madres que han visto rota su vinculación con sus hijos realizó sin ser muy consciente una especie de exorcismo. Ella todavía no era madre. “Mientras escribía aquello sentía que me daba miedo todo lo que imaginaba. Era muy inquietante para mí. Pero a la vez me decía: yo esto no lo estoy haciendo, solo lo estoy escribiendo. Es decir estaba trasladando mis miedos al papel”.

En el 2012, se sentía aislada en sus preocupaciones. “Ahora existe toda una corriente de pensamiento con la que se expresan y se ordenan esos sentimientos. Ahora se puede hablar de que una maternidad no es necesario vivirla de una forma ideal. Poco después del 2012 esos libros, tanto de ficción como de ensayo, sí empezaron a verse en las librerías, y me sentí acompañada. De todas formas, mi intención original no era en absoluto debatir los tópicos de la maternidad”.  De ese debate, de ningún debate, dice, no puede surgir una obra verdaderamente literaria: “La literatura escapa a las categorías. Si me plegara a ellas estaría haciendo una novela de postura y la postura está muy cerca de la impostura. De todas, formas creo firmemente que una novela no habla de lo que se muestra sino más bien de otra cosa mucho más sutil que está escondida”.