Crítica de cine

'El comensal': el conflicto vasco contado desde la más estricta intimidad

Ángeles González-Sinde adapta el libro del mismo título de Gabriela Ybarra para hablar de la pérdida, el duelo y de las heridas que no se cierran tras ser víctima de la violencia.

Un fotograma de 'El comensal', de Ángeles González-Sinde

Un fotograma de 'El comensal', de Ángeles González-Sinde / EPC

Beatriz Martínez

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Dentro de la vertiente de recuperación del conflicto vasco a la que estamos asistiendo (de 'Patria' a 'Maixabel' pasando por 'La línea invisible'), se inserta la nueva película de Ángeles González-Sinde, basada en un libro del mismo título escrito por Gabriela Ybarra, nieta del periodista y político Javier Ybarra, asesinado por ETA en 1977. En él, la protagonista establecía un vínculo con la memoria de su familia después de la muerte de su madre a causa de un cáncer. Así, presente y pasado se relacionaban de una forma estrictamente íntima, desde la necesidad de Icíar (en la película, Susana Abaitua) de rastrear la herencia que marcó su vida, la de la pérdida y la violencia para entender la de la necesidad de cerrar las heridas que había arrastrado su progenitor. 

'El comensal' es una película que intercala dos tiempos. En el pretérito se centra en la espera, la de unos hijos solos aguardando la decisión de la banda terrorista tras el secuestro de su padre. En la actualidad, nos adentramos en el peso de la culpa y la necesidad de liberarse de esa pesada carga. La directora maneja con soltura ambas esferas, siempre moviéndose en el ámbito de los sentimientos, de lo que significa la pérdida y el dolor. Al igual que ocurría con el libro, se trata de una memoria personal sincera y delicada en la que lo político impacta de manera directa en lo individual, en el duelo y la ausencia.

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