Crítica de cine
'La piel en llamas': Un texto con mil capas
El director David Martín Porras adapta la obra de teatro de Guillem Clua poniendo énfasis en los potentes mensajes que subyacen en el texto.

Óscar Jaenada, en un fotograma de 'La piel en llamas' / EPC


Beatriz Martínez
Beatriz MartínezPeriodista
Periodista cultural y crítica de cine.
Un único espacio (una habitación de hotel), dos tiempos diferentes y cuatro actores. Con estos elementos básicos el director David Martín Porras adapta la obra de teatro de Guillem Clua que hablaba sobre el racismo interiorizado, el poder de las imágenes, la labor periodística en los conflictos bélicos, las víctimas y los verdugos.
Muchos temas y niveles de lectura que convergen de una manera transparente a lo largo de una película en la que el texto y los intérpretes se convierten en los elementos fundamentales de, nada mejor dicho, la función. En ese sentido, resulta sorprendente la transformación de Fernando Tejero en un papel de lo más incómodo, así como la contención de Óscar Jaenada, ambos alejados de su zona de confort, pero dotando de intensidad y concreción a sus acciones y palabras.
'La piel en llamas' se configura a modo de thriller de habitación cerrada en el que el misterio no es otro que destapar la red de abusos heredada del imperialismo colonial y por qué las mujeres continúan siendo el eslabón más débil de la cadena, un legado maldito que continúa resonando en el presente de una manera reveladora. Sobran los subrayados, se echa en falta una puesta en escena algo más imaginativa y jugosa, pero los mensajes que ofrece el guion son lo suficientemente ricos, potentes y variados para mantener la tensión asfixiante que se genera a través de ellos.
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