Crítica de cine

'Top Gun: Maverick': mirando a los 80 sin ira (ni complejos)

Han pasado nada más y nada menos que 35 años desde que se estrenara el primer ‘Top Gun’ con Tom Cruise y ahora, viendo su continuación, ‘Top Gun: Maverick’, nada parece haber cambiado

'Top Gun: Maverick': el mundo ha cambiado, Tom Cruise no

¿Cuál es el secreto de la eterna juventud de Tom Cruise?

Jennifer Connelly y Tom Cruise, en una imagen de 'Top Gun: Maverick'

Jennifer Connelly y Tom Cruise, en una imagen de 'Top Gun: Maverick' / Paramount Pictures

Quim Casas

Quim Casas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cada espectador y espectadora tiene ‘su’ relación personal con determinadas películas que, por distintos motivos, han marcado a diferentes generaciones. En el contexto del cine estadounidense de los 80, tan exitoso y cuestionable a la vez como la producción realizada en los 70 –desde hace años más de moda– o la de los 90, hay al menos un par de generaciones que tienen como emblema ‘Los Goonies’, uno de esos filmes que, según cómo te pille, se convierte en una revelación o lo ignoras por completo. Algo similar ocurre con otro pilar comercial de aquel decenio de grandes éxitos, ‘Top Gun: Ídolos del aire’, que además de conectar con buena parte de las plateas, ha gozado con el paso del tiempo de dos valores añadidos. Uno, incuestionable, es su protagonista, Tom Cruise, quien es capaz de volver al personaje de Maverick como si física y anímicamente no hubiera pasado el tiempo. El otro es su director, Tony Scott, fallecido hace nueve años y convertido en curioso caso de cineasta comercial de culto.

En los 80 se odiaba o se idolatraban filmes como ‘Top Gun’, ‘Cocktail’ y ‘Oficial y caballero’. Los dos primeros con Cruise. El tercero con Gere. Actores que, con registros y propuestas distintas, aguantan bien el tipo. Han pasado nada más y nada menos que 35 años desde que se estrenara el primer ‘Top Gun’ y ahora, viendo su continuación, ‘Top Gun: Maverick’, nada parece haber cambiado. Solo está Cruise y, en un pequeño y en el fondo doloroso papel, Val Kilmer, cuyo personaje tiene el mismo cáncer de laringe que padece el actor. Ni Kelly McGillis ni Meg Ryan están para seguirle el ritmo a un Cruise que ya ha firmado unos cuantos pactos con el diablo hasta convertirse en el moderno Fausto de Hollywood. Así que se incorpora Jennifer Connelly, en un papel muy de quita y pon, y, sobre todo, el hijo del camarada muerto de Maverick, encarnado por Miles Teller.

Prodigio técnico

¿Relevo generacional en el actual ‘star system’? Ni mucho menos: Cruise manda sobre Teller y controla todos los resortes de una película que juega abiertamente a la nostalgia –de la historia original y de una forma de concebir el cine de gran aparato– y una tamizada virilidad, a la vez que, en otra declaración de principios del Cruise productor, imprime gran fisicidad a las secuencias de acción. Los vuelos de los aviones entre montañas abruptas son técnicamente prodigiosos. Después, cuando Maverick se enfunda su reluciente traje militar, el cine de consumo norteamericano parece mirar tres décadas y media hacia atrás, sin ira. Cruise es hoy el único actor hollywoodiense que tiene capacidad para hacer pervivir el mito.

Suscríbete para seguir leyendo