Crítica de música

Suede da brillo al clásico ‘Coming up’ en Razzmatazz

El grupo de Brett Anderson celebró el 25º aniversario de su álbum de mayor éxito recorriéndolo con brío y elegancia

Suede

Suede / Ferran Sendra

Jordi Bianciotto

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Han pasado 25 años (y medio) desde que vio la luz ‘Coming up’, el tercer álbum de Suede, y sus canciones no solo están vivas, sino que lucen orgullosas desfilando por el escenario, tal como si se tratara de una recopilación de grandes éxitos. Si en su momento pudimos dudar de su alcance, viniendo de la pompa del disco anterior, el muy elogiado (pero no tan vendido) ‘Dog man star’, la lógica de los hechos ha dado la razón al grupo cuando decidió pulsar el acelerador y procurarse una plaza en la élite del Brit-pop a costa de aligerar el equipaje y elaborar canciones sencillas y eficaces.

En ‘Coming up’ está el material con el que más conectó una generación, y de ahí salió el público que este jueves llenó Razzmatazz (sala que, cuando se llamaba Zeleste, acogió la presentación del álbum en noviembre de 1996) en un ambiente de celebración espoleado por un ‘hit’ para la historia, ‘Trash’, proa de la sesión. Brett Anderson pudo pasar apuros a lo largo de la noche para reconstruir los falsetes y registros más agudos, pero actuó con entregada profesionalidad tanto en el campo estrictamente vocal como en su rol de ‘showman’ elegante y resolutivo, arrodillándose en modo dramático y apuntando a las estrellas subido a la tarima del batería.

Rumbo al sábado noche

Además de aportar estribillos esbeltos, ‘Coming up’, el primer disco de la banda con guitarras (y coautoría) de Richard Oakes, supliendo al titular original Richard Butler, deslizaba una crítica al hedonismo y la frivolidad del imaginario juvenil de la época, visible en temas como ‘She’ y ‘Beautiful ones’. Fondo lírico que no ha perdido vigencia, y que casó con el relato de otros temas, como ‘Saturday night’, formulación romántica a partir del caso del tipo que trabaja duro durante toda la semana solo para hacer feliz a su chica el sábado por la noche.

Consumado el repertorio íntegro del álbum, Suede ofreció otro ‘set’ con material variado. La producción de su segunda vida (desde el regreso en 2013) permite sacar pecho, pero la banda solo acudió a un par de temas de los últimos álbumes (‘It starts and ends with you’ y ‘Flytipping’) y prefirió atrincherarse en las cartas seguras de los dos primeros, con las excepciones de la rareza ‘Killing of a flash boy’ (de cuando hasta las caras B de ‘single’ eran oro) y la única cita al discutido ‘’Head music’ (1999) con la guitarrera ‘Can’t get enough’.

El tema más mayestático de Suede siempre ha sido ‘The wild ones’, y revivió a voz, guitarra y teclado, versión que pudo haber quedado desvalida o de circunstancias, pero que se creció gracias a un Anderson apasionado y pulcro. Y a partir de ahí, ‘So young’ agitó la herencia del Bowie glam en una ristra de clásicos que culminó con otro tótem, ‘New generation’, última llamada a la quinta que aupó al grupo y, quizá, a las que vendrán.

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