Crítica de música

Gimeno deslumbra en el Palau

El director español Gustavo Gimeno dirigió la 'Misa' de Puccini con 'su' Filarmónica de Luxemburgo

misa

misa

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Obras de juventud de Messiaen y de Puccini conformaron el programa que la Orchestre Philharmonique de Luxembourg, bajo el liderazgo del valenciano Gustavo Gimeno, ofreció en el ciclo Palau 100. Abrió la velada el debut orquestal de Messiaen, 'Les offrandes oubliées' (1930), escrita a los 22 años, una "meditación sinfónica" según la definió su autor que se inspira en unos versos suyos sobre Cristo, el pecado y la eucaristía. Obra reflexiva y de impecable factura técnica, bebe de las maneras de Debussy, apostando por decididos contrastes. Dos años después escribiría 'Hymne', una pieza sinfónica también inspirada en temática religiosa, aunque la partitura fue reescrita décadas más tarde brindando ya los colores propios del compositor. 'Glissandi' y uso atmosférico de las armonías, todo estuvo en la versión del conjunto luxemburgués, completamente entregado y seguro, solucionando sin problemas los polirritmos que plantea. Gimeno mostró su dominio de ambas partituras consiguiendo una atmósfera convincente y de gran efectividad en los clímax.

Para la poco programada 'Messa a quatro voci con orchestra' (1880), más conocida como 'Messa di Gloria' escrita por un joven Puccini de 21 años para orquesta y coro a cuatro voces, con tenor y barítono solistas como trabajo final de carrera, se contó con dos nombres muy conocidos en el panorama operístico internacional, el tenor estadounidense Charles Castronovo y el barítono francés Ludovic Tézier. Ambos intérpretes, junto al Orfeó Català que dirige Pablo Larraz, la ofrecerán también en París y en la sede luxemburguesa de la orquesta junto a obras sinfónicas de Puccini. En el Palau, Castronovo lució una voz madura, bien timbrada y con su habitual acento artificioso y cargado de acentos dramáticos, mientras que Tézier, uno de los barítonos más famosos del momento, mostró su sapiencia y excelencia, con una línea contenida y muy adecuada a una obra que, en teoría, debería ser introspectiva pero que Puccini inunda de efectismos y espectacularidad, con momentos prácticamente teatrales.

Suscríbete para seguir leyendo