Literatura catalana

'La gran novel.la sobre Barcelona', que nunca fue grande ni novela, cumple 25 años

Quaderns Crema recupera el gran éxito de Sergi Pàmies en una nueva edición enriquecida con un prólogo de Jordi Puntí y un postfacio del autor

Sergi Pàmies

Sergi Pàmies / Ricard Cugat

Elena Hevia

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Sergi Pàmies se siente como si le hubieran organizado una fiesta sorpresa. Ya saben, eso que se le prohíbe absolutamente poner en marcha a la familia, dejando sin embargo un resquicio a la vanidad para que finalmente te hagan el homenaje. Se cumplen ahora 25 años de la aparición de 'La gran novel.la sobre Barcelona' y su editorial Quaderns Crema ha vuelto a ponerla en circulación con un prólogo de Jordi Puntí –posiblemente uno de los mejores lectores del autor de ‘L’art de portar gavardina’- y un epílogo del propio Pàmies. El enriquecimiento no ha hecho que el volumen, conciso, liofilizado y a la vez sobrecargado de ironía y de sorpresas para el lector, creciera mucho. Sigue siendo un librito en el que no cabe la ambiciosa promesa del título. Porque ‘La gran novel.la sobre Barcelona’ es en realidad un conjunto de 15 relatos pero también uno de los grandes éxitos lectores del autor. Un punto de inflexión en su manera de narrar, menos gamberra, más atenta a la emoción. “Tengo la sensación de que la experiencia de la paternidad [sus gemelos pasan ahora de la treintena] me transformó”.

Recuerda Pàmies cómo en los 90 todavía se hablaba insistentemente de la necesidad de escribir la gran novela sobre Barcelona acompañada de “solemnes declaraciones de los próceres de nuestras letras”. De ahí que el autor pensara que “su deber patriótico era solucionar este problema nacional” –aquí debe detectarse la sorna- con este libro. La apuesta se apuntalaba además en el hecho de que el relato que da título al libro, sin protagonistas humanos, hablaba de un manuscrito –la gran novela- perdido en un taxi de alguna ciudad moderna y de moda, como Berlín o Nueva York.

La posmodernidad ¿qué fue?

Consciente de que el tiempo pasa para todos y no acostumbrado a leer sus propios textos, el autor, obligado a ello por la ocasión, constata que “envejecen peor las personas que los libros”, pese a que ‘La gran novel.la sobre Barcelona’ se escribió a mediados de los 90, en un momento de gran prosperidad creativa –la posmodernidad- que logró una gran conexión con unos lectores que aplaudían la experimentación. “No sé si entendía demasiado bien aquello. Mi opción fue esperar a que pasara”. Sea como sea, admite, que se benefició de una gran libertad aire del tiempo, en la que cualquier cosa era posible.

Más complicado es pasar aquellos textos por el rasero de la corrección política del presente. El relato ‘La música clàssica’ tiene un principio que ya en su momento despertó susceptibilidades: ”Como es domingo y se aburre, Abel decide hacerse homosexual”. Cuenta el autor -que no ha tocado ni una sola coma de la actual edición- que entonces aparecieron muchas tesis médicas que decían que la homosexualidad era biológica y lo hacían como un acto de progresismo para trasmitir la idea que aquello era algo natural. "Este factor determinista a mí me chocaba respecto a la homosexualidad de mis amigos que se habían hecho homosexuales porque les salía de los cojones. Algo infinitamente más grandioso”. A Pàmies entonces le acusaron de frivolidad y hoy entona algo parecido a un mea culpa, temeroso de haber incurrido en un cuñadismo progre: “no podemos prever cómo vamos ser leídos pasados 25 años”.

Su próximo libro

'La gran novel.la…' marcó también una querencia de Pàmies por las distancias cortas. Dejó atrás tres novelas, ‘La  primera pedra’, ‘L’instint’ y 'Sentimental', y desde entonces se dedicó a destilar relatos paralelamente a sus columnas periodísticas que cada vez le permitían meterse en terrenos más locos. Animal de gestación lenta, no oculta que está escribiendo un nuevo libro de relatos, donde anecdóticamente, aparecerán algunas mascarillas pandémicas y la recuperación, al filo de la crónica, del viaje que él y Manuel Vázquez Montalbán hicieron a Quebec en el 92. “Si me incorporo como personaje a la narración no es vanidad sino porque me permite ser más profundo”. 

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