Crítica de teatro

'Els homes i els dies', el dietario de Narciso

Xavier Albertí y Josep Maria Miró adaptan la monumental obra autobiográfica de David Vilaseca en la Sala Gran del TNC

homes

homes / David Ruano

Manuel Pérez i Muñoz

Manuel Pérez i Muñoz

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Un dietario sirve para precipitar los acontecimientos, así lo expone David Vilaseca en su monumental obra de 750 páginas 'Els homes i els dies'. Una adaptación teatral que aborda semejante corpus literario sirve también para precipitar la obra hacia la zona del canon, hasta la solemnidad de la Sala Gran del TNC reservada casi siempre a los clásicos. En verdad estamos ante un libro destacable, 22 años de confesiones íntimas de un profesor universitario a caballo entre Londres y Barcelona, de finales de los ochenta hasta 2009, cuando fallece en un accidente. Como experto en literatura autobiográfica, Vilaseca seduce con un estilo depurado y la sagacidad de un despierto observador cultural. Su harakiri psicoanalítico nos deslumbra como el fuego a la polilla, y en ese crepitar de las llamas el lector puede acabar chamuscado por un narcisismo reiterativo y extenuante.

La astuta adaptación de Josep Maria Miró esquiva muchas de las taras del original, concentra largos trances del libro en escenas concretas, como las sesiones del psicoanalista y el retrato de la decadencia intelectual de la Barcelona postolímpica. Se transforma la ensimismada estructura del dietario en una fantasmagoría de voces y personajes que, condensados, dan ritmo y oxígeno al desarrollo. Aun así, el espectáculo no logra bajar de las tres horas (entreacto incluido) entre algunas tramas prescindibles y fragmentos añadidos de otros autores como Sagarra y Puig i Ferrater. Tampoco el tono consigue aligerar el montaje: la solemnidad que imprime la dirección de Xavier Albertí parece contagiada del funeral de 'L'Emperadriu del Paral·lel'. Mención aparte, el trabajo físico y gestual de Rubén de Eguía, su esmerada transformación en Vilaseca actúa como faro durante toda la obra.

Han inaugurat el Teatre Nacional amb una obra de maricons”, grita de repente un personaje en 1996, recordando que 'Àngels a Amèrica' de Flotats fue toda una declaración de intenciones en su momento. También lo es ahora la puesta de largo teatral de Vilaseca, un acto político que eleva el tortuoso periplo del autor hacia su aceptación sexual a la categoría de referente literario. Y con él todo su escenario histórico: el asentamiento de las teorías 'queer' entre lecturas de los diarios de Joe Orton y los ensayos de Judith Butler, la promiscuidad mezclada con el miedo al SIDA. Puede parecer un marco superado, y hay otros dietarios que tratan el contexto –los de Chirbes, por ejemplo, imprescindibles– , pero Vilaseca es único porque baila de cerca la “dansa de la petitesa”, esa mezcla de amor, odio y cultura catalana.

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