Libros pasados por agua

Sant Jordi: el desastre fue por tramos

Algunas librerías sufrieron pérdidas de hasta 50.000 euros mientras que otras, con más suerte, pudieron recurrir a la experiencia o el ingenio para minimizar los daños

BARCELONA 25(04/2022 Libreria Documenta. Hacer libros mojados FOTO: ALVARO MONGE

BARCELONA 25(04/2022 Libreria Documenta. Hacer libros mojados FOTO: ALVARO MONGE / ALVARO MONGE

Rafael Tapounet

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El sábado llovió, salió el sol, granizó y sopló un viento huracando. Tan cambiante como el tiempo fue la suerte de los libreros y editores que montaron sus paradas de Sant Jordi en las calles de Barcelona, en las zonas asignadas para ello por el Ayuntamiento. Algunos no solo salvaron los muebles en medio del temporal sino que pudieron cerrar la jornada con un balance moderadamente satisfactorio. Otros, en cambio, lo perdieron todo o casi todo. El desastre, más que por barrios, fue por tramos. Y son varios los factores que explican ese destino dispar.

El primero, y acaso el más importante, fue la ubicación. De entrada, todos los expositores situados en la ‘superilla’ libresca del centro del Eixample (también los de la plaza Reial) se efrentaban a un problema considerable: al estar vetado el acceso de vehículos al espacio perimetrado, resultaba imposible organizar un plan de evacuación de los libros hasta las nueve de la noche y, por tanto, había que aguantar al pie del cañón aunque llovieran ranas (que fue lo único que faltó). Pero es que, además, dentro de esa gran área cerrada al tráfico hubo un punto particularmente desdichado: la confuencia del paseo de Gràcia y Gran Via.

Carpas destrozadas

Allí el problema fue el viento. En el cruce entre esas dos grandes avenidas, las paradas quedaron desprotegidas ante las ráfagas de aire que siguieron al temporal de agua y granizo. “Un minuto de viento huracanado tumbó las mesas, las carpas volaron y todo quedó mojado”, relataba Laura Huerga, fundadora de la editorial Raig Verd / Rayo Verde, uno de los negocios más damnificados en una jornada que sus responsables tardarán en olvidar, si es que lo hacen. “Por ahora hemos descartado más de 700 libros, que suponen unos 14.000 euros, y nos quedan por ver unos mil más, de lo que ya veremos cuántos se pueden salvar. Además, hemos perdido las carpas, que eran nuevas y han quedado totalmente destrozadas”.

También en paseo de Gràcia con Gran Via volaron, entre otros, los toldos de Abacus y de La Central. Antonio Ramírez, copropietario de esta última cadena de librerías, hizo una primera estimación de los libros echados a perder: no menos de 2.000. “Aproximadamente, el 30% del total de libros que sacamos a la calle” (el sábado, La Central tenía también paradas en paseo de Gràcia con Mallorca y en la plaza Reial). A esas pérdidas, hay que añadir lo que se dejó de facturar al tener que suspender la venta tras el estropicio. “Calculo que habremos dejado de facturar unos 50.000 euros”, apuntó Ramírez.

La resistencia de Documenta

Bastante más fortuna tuvieron las cinco librerías barcelonesas que en la previa de Sant Jordi aceptaron la invitación de EL PERIÓDICO para compartir sus expectativas y recelos ante la jornada que estaba por venir. Quizá el caso más llamativo fue el de la histórica Documenta, cuya parada, situada a la altura de la calle Mallorca, resistió en pie de manera bastante heroica mientras a su alrededor se prodigaban las calamidades. “Se echaron a perder unos 10 libros, no más -explica Èric del Arco-. Fue una mezcla de suerte y, supongo que se podría decir, experiencia. Son ya 40 años haciendo Sant Jordi. Nosotros llevamos unas mesas y unas carpas muy sólidas y robustas y muchos plásticos y pesos, siempre. Es una precaución que quizá puede parecer innecesaria hasta que pasa algo como lo del sábado”.

Los responsables de la librería Calders llevan bastantes menos años en el negocio, pero aguzaron el ingenio para minimizar los daños. En la parada instalada en la confluencia de paseo de Gràcia y Diagonal, y ante la amenaza del viento, lograron salvar los libros colocando una valla de obra municipal encima del plástico que los cubría. “Se han mojado pocos”, señala Luigi Fugaroli, uno de los socios de la librería. Además, la otra parada que habían montado delante del local, en el pasaje Calders, se pudo trasladar al interior de un taller de reparación de maquinaria que hay justo al lado. “Nosotros sí teníamos plan B”, dice Fugaroli, que añade que la obsesión por concentrar la celebración de Sant Jordi en un solo lugar “se ha acabado comiendo al libro”.

Un día... "intenso"

La librería Byron, que vivía su primer Sant Jordi sin restricciones, también pudo contener el destrozo pese a haber plantado sus carpas en una zona bastante castigada (paseo de Gràcia con Provença). “Perdimos algunos libros, no muchos, un teléfono… y un ordenador que se mojó bastante y veremos si consigue revivir”, enumera Mariana Sàrrias, que asegura haber vivido “un día muy intenso” y defiende, pese a todo, la idea de la ‘superilla’ del Eixample. “El sitio está muy bien… si hace sol”.

En este último punto discrepa con Àurea Perelló, de la Finestres. “Nosotros decidimos no ir, porque si queremos construir un espacio de actividad cultural en torno a la librería no tiene lógica montar una parada a tres manzanas para participar en una cosa a la que tampoco le vemos mucho sentido”, comenta. El cierre al tráfico de la calle Diputació les permitió instalar los expositores delante de casa, por así decirlo. Y ni siquiera tuvieron que mover los libros. “La parada aguantó muy bien, pero la verdad es que fue un día complicadísimo para todos y horrible para muchos”.

Xavier Vidal, de la Nollegiu, que también se mantuvo alejado de la ‘superilla’ (tenía paradas enn la Rambla del Poblenou y en la plaza de l’Oca, en el Clot) y consiguió salvar casi todos los libros, describe el panorama con filosófica resignación: “Llevamos una carrera con Sant Jordi… Primero, confinados; después, restringidos, y ahora, granizados”.  

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