Crítica de cine

'Ambulance. Plan de huida': Michael Bay pisa a fondo

Resulta imposible no rendirse ante la ironía: hemos pasado años señalando a Michael Bay como una de las mayores amenazas para el cine de Hollywood, y ahora va a resultar que, en cambio, es un ejemplo a seguir.

Jake Gyllenhaal y Eiza González, en 'Ambulance. Plan de huida'

Jake Gyllenhaal y Eiza González, en 'Ambulance. Plan de huida' / EPC

Nando Salvà

Nando Salvà

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Dado que Michael Bay es uno de los principales exponentes del maximalismo cinematográfico, al menos en términos de tamaño ‘Ambulance. Plan de huida’ puede considerarse un desvío en su carrera; la rodó en medio de las limitaciones impuestas por la pandemia, en solo 36 días y con un presupuesto, 40 millones de dólares, inusualmente reducido según sus estándares. Similarmente, su base argumental es de una sencillez desarmante: dos hermanos roban un banco, pero el atraco sale mal y la pareja acaba escapando de la policía a bordo de una ambulancia, junto a un agente herido y una auxiliar paramédica, a través de las calles de Los Angeles; en otras palabras, el tipo de premisa ideal para un ‘thriller’ sucinto y directo de hora y media. Por supuesto, Bay no hace películas sucintas y directas, y eso explica que ‘Ambulance’ se prolongue durante 135 minutos que funcionan a modo de muestrario tanto de las mejores virtudes como de los peores defectos que definen su método creativo. Algunas de sus secuencias apabullan gracias a su energía motriz y su ingenio visual; otras no aportan más que subtramas innecesarias y apuntes cómicos casi siempre lamentables.

Como de costumbre a lo largo de su carrera y sobre todo en su obra más reciente, Bay se muestra más interesado en el tipo de excesos estilísticos que saturan el lóbulo occipital que en menudencias como la coherencia narrativa y la precisión argumental a las que las mejores ficciones de atracos recurren para atrapar al espectador; pedirle lo contrario precisamente a él sería como pedirle consejo matrimonial a una farola. Su fuerte son las persecuciones por carretera, y la que ocupa la mayor parte del metraje de ‘Ambulance’ es una de las mejores de toda su filmografía, tanto por la hiperactividad general de la que la cámara hace gala mientras la captura -incluso mayor de la habitual en las películas de Bay, y decir eso es decir mucho- como porque incluye las imágenes grabadas con drones más deslumbrantes que el cine ha usado hasta la fecha.

Inevitablemente, en todo caso, ‘Ambulance’ va quedándose sin gasolina. Llegado el momento, el vehículo titular da la sensación de moverse en círculos en lugar de avanzar, en buena medida porque Bay no se preocupa por conectar narrativamente cada secuencia de acción con la siguiente ni por explorar mínimamente los asuntos por los que el relato da muestras puntuales de interesarse -las miserias del sistema sanitario y el honor entre ladrones, entre otros-; no queda claro adónde se dirigen los personajes ni lo que necesitan para escapar, y ninguno de ellos experimenta cambio significativo alguno a lo largo de su periplo. Los intentos de hacernos creer lo contrario que la película lleva a cabo en sus postrimerías resultan sensibleros y más bien risibles.  

Rodada en el mundo real

Pese a ello, en todo caso, ‘Ambulance’ no solo merece ser considerada el mejor trabajo de su director en las últimas dos décadas, en parte porque es menos sexista, menos reaccionaria y menos homófoba -hasta incluye un personaje gay, que apenas es objeto de burlas- que el grueso de su cine previo; también exige ser valorada en términos comparativos porque, ahora que la mayoría de ‘blockbusters’ se fundamentan en el exceso de efectos digitales, resulta estimulante contemplar una película de acción que ha sido rodada en el mundo real y no frente a una pantalla verde. Y, en ese sentido, resulta imposible no rendirse ante la ironía: hemos pasado años señalando a Bay como una de las mayores amenazas para el cine de Hollywood, y ahora va a resultar que, en cambio, es un ejemplo a seguir.

Suscríbete para seguir leyendo