CRÍTICA DE LIBROS
'Caballos lentos': La ciénaga de los espías
Mick Herron aborda con mordacidad temas como el terrorismo y la seguridad nacional en su nueva serie negra
Marta Marne
Crítica literaria
Marta Marne
La Casa de la Ciénaga es el destino de los desterrados del servicio de inteligencia británico. Allí terminan aquellos agentes que han metido la pata y a los que no pueden despedir sin más. La información es poder, y resulta más coherente mantener en plantilla y bien localizados a todos aquellos que puedan irse de la lengua cuando no deben, que buscarles otra ocupación. River Cartwright es uno de ellos, y pasa sus días revisando la basura de algún que otro sospechoso a la espera de regresar a Regent’s Park, sede central del espionaje en Londres. Todo dará un giro cuando descubran una emisión vía internet en la que se amenaza con cortar la cabeza en las próximas 48 horas a un joven que aparece en pantalla. No se busca obtener algo a cambio de su vida, tan solo se trata de una cuenta atrás hacia una muerte segura.
Con 'Caballos Lentos', Mick Herron inaugura una serie ambientada en la Casa de la Ciénaga con el tema del espionaje como telón de fondo. Eso sí, abordado desde un punto de vista mordaz con conversaciones hilarantes para abordar temas muy serios como son el terrorismo, la seguridad nacional, el miedo con el que vive la sociedad actual y la complejidad de prevenir la muerte de inocentes cuando el verdugo no tiene miedo a morir con ellos.
El éxito de la novela reside en sus conversaciones inteligentes, con un humor negro incómodo
Si el arranque de la trama es reposado y con abundancia de detalles sobre lo que supone el día a día en este lugar, una vez traspasada la primera parte de las tres en que se divide el libro, la acción comienza a coger ritmo. Esto es posible gracias a la descripción de situaciones en diferentes escenarios a la vez, ora lo que le sucede a un personaje, ora lo que le ocurre al otro; ahora un tiroteo, ahora las reflexiones del secuestrado. La longitud de esos fragmentos se reduce con el paso de las páginas logrando que el ritmo sea siempre ascendente. La utilización de diálogos en los que se elimina todo rastro de acotación suma velocidad lectora, saltando de una línea a la siguiente sin parar a coger aire.
El éxito de la novela reside en esas conversaciones inteligentes, con un humor negro incómodo ante el que en ocasiones hasta resulta violento sonreír. Todos estos elementos logran una cadencia muy estudiada que invita en todo momento a seguir leyendo, consiguiendo un nuevo enfoque del género más acorde al mundo en que vivimos.
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