Crítica de música

Un nuevo triunfo de Teodor Currentzis

El popular director aunó en una misma velada en el Auditori obras de origen ucraniano, ruso y alemán

Teodor Currentzis, al frente de la Sinfónica SWR de Stuttgart, en el Auditori

Teodor Currentzis, al frente de la Sinfónica SWR de Stuttgart, en el Auditori / Mario Wurzburger

Pablo Meléndez-Haddad

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El director griego Teodor Currentzis (1972), formado en Rusia y que hasta 2019 fue responsable de la Ópera y del Ballet de la ciudad rusa de Perm, es un fenómeno con seguidores que parecen ‘fans’ de un ídolo pop. Actor y también compositor, lo que causa admiración es su concepto del hecho musical al que se entrega por entero, tiñéndolo todo de un regusto gótico que encaja con corrientes estéticas actuales. En Barcelona tiene un número importante de devotos y, a pesar del precio de las entradas, resultó edificante ver en el Auditori un alto porcentaje de público joven. Y eso que el programa no era nada popular.

En este regreso a la capital catalana –una velada coproducida entre Ibercamera y el Auditori pospuesta por la pandemia– Currentzis lo ha hecho liderando la Sinfónica SWR de Stuttgart con un programa en el que ha incluido a un compositor ucraniano, un ruso y un alemán, como para dejar claro que la música, y el arte, es un lenguaje que debe estar ajeno a todo tipo de conflictos. Abrió la propuesta la ‘Glosolalia para orquesta’ del ucraniano Oleksandr Shchetynsky (1960), también autor de bandas sonoras para el cine. La obra, de diez minutos de duración y de factura dodecafónica, presenta un interesante juego tímbrico en su plantilla, de resonancias atmosféricas.

Propina bachiana

Del clarinetista alemán Jörg Widmann (1973) se interpretó su 'Concierto para viola y orquesta' (2015), con Antoine Tamestit como solista, obra en la que todo se pretende presentar como ‘nuevo’. La viola y varios de los instrumentos del 'ripieno' –una cincuentena– son usados de diferentes maneras y la disposición de la orquesta sorprende; la plantilla escogida es inusual, como lo es la itinerancia del solista durante la ejecución (que también canta y grita), para acabar con ecos románticos después de una hecatombe sonora. Es inexplicable cómo Tamestit consigue que su instrumento se mantenga afinado después de la caña que le mete. Un gran éxito de público coronado con una propina bachiana.

Tras la modernidad llegó Shostakóvich y su 'Sinfonía N° 5' (1937) en una lectura intensa, contrastada y teatral, pero también muy equilibrada. Se alcanzó un alto grado de emoción por parte de una orquesta fiel cuyo desempeño ha dejado huella.