Opinión | Periféricos y consumibles

Javier García Rodríguez

Javier García Rodríguez

Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo

Lo que necesitas es amor

Jesús Puente, en el programa 'Lo que necesitas es amor'

Jesús Puente, en el programa 'Lo que necesitas es amor' / Antena 3

Antes de mujeres, hombres y vicetiples, antes de islas de las 'tentacciones', antes de 'first dates', mucho antes de las páginas de contactos y de las 'apps' de citas, andábamos por el mundo los humanos de la piel de toro televisiva perseguidos por Jesús Puente, Isabel Gemio y Pedro Rollán, 'cheerleaders' que se empeñaban en que nos creyéramos que lo que necesitábamos era amor. Y había siempre alguien que, con más pana -ojo, corrector- que gloria, perseguía a alguien hasta su piso en las afueras o hasta su adosado en la urbanización para declararle su amor con una 'roulotte' colorista y cientos de globos, o que lo sorprendía en su trabajo de reponedor en el súper o de jefa de negociado en la delegación de Hacienda con música de fanfarria y lírica de purpurina. Todo esto junto, o incluso por separado, hoy estaría tipificado en el código penal. Y con razón, corazón.

Pienso en el amor en estos días. Son pensamientos que deambulan de aquí para allá provocados por lecturas variadas. Pienso en parejas sin infancia ni adolescencia, como Adán y Eva, que no tuvieron citas, ni cines, ni magreos a escondidas de sus progenitores. Pienso en cafés que se anuncian con paranomasias o sinestesias o cosas así que dicen “En aroma, enamora”. Ahora se habla demoradamente en contra del amor romántico y su perniciosa labor en las nuevas generaciones del pipí. Suau y Méndez reivindican el matrimonio como gesto y gesta anarquista. Vilas se dedica a 'Los besos' después de haber dedicado al amor más de un poema e incluso alguna recopilación de su poesía completa. Fernández Mallo se pone enciclopédico con 'El libro de los amores' y Martín Rodrigo se pone morfológica con 'Las formas del querer'.

¿Los escritores y los cantantes melódicos no saben nada del amor excepto nadar y guardar la ropa? ¿Y los poetas y los cantautores, esos sufridores en casa? El amor no es más que el aquí y el ahora de los poliamorosos de la galaxia Gutenberg, de los aceptantes, de los contentadizos, de los abandonados, de los sufrientes, de los insurgentes. Es el a tu vera, siempre a la verita tuya (“y así mirando, mirando, así empezó mi ceguera”) de Lola Flores y es el por qué tienes ojeras esta tarde de Bambino. ¿Amar en tiempos revueltos? ¿Amaestrar amores perros? Así son las cosas del querer y del 'queeriño'. Quizá también como la historia de aquel hombre que, en Brasil, huyó de un enjambre de abejas, se lanzó a un lago y murió atacado por las pirañas. Así lo contó la prensa de sucesos. Qué sabe nadie. Lo único seguro, ay, es que el amor es un perfecto palíndromo de Roma. Quien lo probó lo sabe.

Suscríbete para seguir leyendo