Crítica de cine
Crítica de 'Drive my car': 'Tio Vania' en Hiroshima
Ryûsuke Hamaguchi, posiblemente el director japonés más interesante del momento, propone una pausada reflexión sobre vida y teatro partiendo de un argumento original escrito por Murakami
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Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Reciente aún el estreno de su anterior película, ‘La ruleta de la fortuna y la fantasía’, Ryûsuke Hamaguchi presenta ‘Drive my car’, un filme tan distinto a la vez que cercano a aquel. El que sea posiblemente el director japonés más interesante del momento propone una pausada reflexión sobre vida y teatro partiendo de un argumento original escrito por quien también sea posiblemente el mejor novelista japonés actual, Haruki Murakami.
La obra de Chéjov ‘Tío Vania’ está en el centro de la historia. Es un texto que, en términos cinematográficos, invita a acercamientos muy diversos, desde transcripciones fieles hasta recreaciones como la emprendida por David Mamet y Louis Malle en ‘Tío Vania en la calle 42’, en la que los ensayos sobre un montaje teatral de la obra se mezclaban con las experiencias personales de los intérpretes y director de esta.
Algo similar ocurre, en cierto modo, en ‘Drive my car’, ya que uno de sus personajes principales prepara un montaje multilingüe de la obra de Chéjov en el festival de Hiroshima a la vez que intenta superar, sin mucho éxito, la crisis personal provocada por la muerte de su esposa.
Conduce mi coche. Es el Saab 900 Turbo de la chófer y acompañante que le han asignado al protagonista durante su estancia en Hiroshima. Y a través de largas escenas pautadas con un tempo preciso y una fluida interrelación entre los dos intérpretes –a los que el director pidió que leyeran el guion con absoluto desapasionamiento, lo mismo que les pasa a los actores que interpretan este ‘Tío Vania’–, la película va creciendo en intensidad sin dejar de lado esa ligereza fuera de toda aparente gravedad con la que Hamaguchi construye la mayoría de sus hermosas películas
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