Entrevista

Juan Valderrama: "Veía un sacrilegio dedicarme a cantar, pero vocación, la tenía toda"

El cantante trae este sábado al Auditori Barradas, acogido por Barnasants, su álbum ‘Mujeres de carne y verso’, donde adapta poemas de autoras como Gloria Fuertes, Rosalía de Castro y Joana Raspall

Juan Valderrama, cantante, en el Restaurant llibreria Laie. FOTO de RICARD CUGAT

Juan Valderrama, cantante, en el Restaurant llibreria Laie. FOTO de RICARD CUGAT / Ricard Cugat

Jordi Bianciotto

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¿Qué le hizo fijarse en el poema ‘Podries’, de Joana Raspall (premio Martí i Pol del certamen Terra i Cultura, impulsado por Lluís Llach), para grabarlo en su lengua original, el catalán, con Maria del Mar Bonet y Las Migas?

El poema es una canción por sí sola, y tiene un mensaje universal: habla de qué hubiera sido de ti de haber nacido en un desierto, o en el cuerno de África, o en un iglú. Pide que seamos agradecidos con la vida y que recibamos con las manos abiertas a quien llega procedente del horror, de la guerra y la pobreza.

‘Mujeres de carne y verso’ rinde homenaje a las poetas.

Es un disco de justicia poética donde me pregunto por qué estas señoras, como Raspall, no están en los libros de texto. ¿Qué ha pasado con la mujer en la historia del arte? Se ha ocultado, y ya es hora de corregirlo.

En sus discos se ha acercado al flamenco, el bolero y la canción de autor. ¿Cómo es que no siguió el camino coplero de sus padres, Juanito Valderrama y Dolores Abril?

La copla es mi escuela, pero era la música de mis padres. Yo intento escribir mis propias coplas, salvando las distancias, como hizo Carlos Cano, o Serrat con ‘Romance de Curro ‘El Palmo’’. Siempre hay un momento del espectáculo en que le doy gusto al público con alguna copla, pero no es la música que me ha hecho artista.

¿Sus padres alentaron su vocación musical o más bien lo contrario?

Me dieron libertad, pero hasta los 28 años nadie sabía que yo cantaba. Quise ser veterinario, mecánico… No me centraba. Estudié periodismo. Pensaba: “en la música, ¿quién me va a tomar en serio?”. Y veía un sacrilegio dedicarme a cantar. ¿Cómo, estando mis padres ahí? Me sentía ínfimo, una piltrafilla. Pero vocación, la tenía toda. A los 28 grabé una maqueta, mi padre la escuchó y mi madre se puso las manos en la cabeza. Les expliqué mi drama, y ellos intentaron quitarme esos miedos y prejuicios.

Su apellido marca, y hasta puede confundir.

Reina sobre mí un prejuicio: la gente más joven piensa “cantará lo de su padre”, y la más mayor, “nunca será como su padre”. Te mueves en una especie de tierra de nadie. En eso, me siento una mujer: tienes que demostrar el doble para conseguir lo mismo. Lo más bonito es que yo ya no conocí al Juanito Valderrama que abarrotaba plazas de toros, sino que viví el ocaso de un artista, cuando lo pasó mal y debía actuar en sitios que a mí me indignaban, y él lo hacía con una sonrisa. Eso fue una lección de vida.

Para un artista radicado en Madrid, ¿cantar en catalán es hoy un acto complicado?

¡Qué va! Hay que ver cómo aplauden ‘Podries’ en Madrid, en Sevilla, en Cuenca, en Melilla… Una cosa loca. A pesar de los pesares, la gente está libre de prejuicios y aplaude lo que le gusta. En los conciertos yo hago mi discurso: las lenguas son un tesoro que tenemos en España y hay que disfrutar de ellas y no tirárnoslas a la cara. 

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