Crítica

'La isla de Eli', de Javier Campillo: una Mallorca nada idílica

La primera novela de Javier Campillo retrata sin paliativos una isla que sobrevive gracias a la precariedad de sus trabajadores

El escritor Javier Campillo

El escritor Javier Campillo / TRINIDAD PINAZO

Kim Amor

Kim Amor

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Mallorca ha sido siempre un territorio fértil para la literatura. Hace justo 180 años, la escritora francesa George Sand publicó la amarga crónica de su estancia invernal en la isla junto a su amante Frédéric Chopin. Desde entonces, otros escritores han situado en ella sus historias o han evocado en sus memorias la belleza de su paisaje. La mayor de las Baleares es también el escenario de 'La isla de Eli' (Carena), la primera novela del mallorquín Javier Campillo (Palma, 1967) tras la publicación de 'Grushenka' (2017), un soberbio libro de relatos cortos cuyo cuento central fue adaptado al cine. La diferencia es que en su narración el autor confronta al lector, a pelo y sin paliativos, con una Mallorca real y por ello todavía más desoladora, convertida en un destino turístico de sol y playa del Mediterráneo con el que sueñan miles de turistas y que se sostiene gracias a un ejército casi invisible de trabajadores aplicados y sobrexplotados.

La acción narrativa de 'La isla de Eli' se desarrolla, no por casualidad, en la localidad paradigmática del turismo 'low cost', Magaluf, con su oferta de diversión a base de una retahíla de excesos 'ing', arriesgados y sexistas ('mamading', 'balconing', 'pubcrawling'). En esa Mallorca nada idílica, Campillo relata una relación sentimental nada romántica entre sus dos jóvenes protagonistas, un isleño que trabaja de conductor de un 'rent a car' y una inmigrante boliviana, camarera de habitaciones en un hotel. Pedro convive todavía con su madre, Eli sobrevive en un piso abarrotado y compartido. El amor en los tiempos del 'low cost' se teje con encuentros fugaces, cansancio, sexo rápido, frustración y prejuicios.

Agudeza y precariedad

Esta historia banal, un tanto intrascendente, y estos personajes, aparentemente anodinos y antihéroes, le sirven al autor para diseccionar, a veces con humor, a veces con extrema crudeza, siempre con agudeza, la precariedad en todas sus facetas: laboral, familiar, intergeneracional, amorosa, medioambiental o ideológica.

Campillo retrata a toda una generación de jóvenes locales nacidos a finales de los 80 que se dieron de bruces en plena formación con la mayor crisis económica de la historia. El trabajo en el subproletariado turístico fue su única salida, como lo es también para centenares de migrantes, muchas mujeres, que llegaron a la isla buscando un futuro mejor para ellas mismas, sus familias o sus hijos. Juntos engrasan la maquinaria que garantiza un sucedáneo de felicidad a bajo coste a manadas de jóvenes europeos, precarios ellos mismos.

Esa Mallorca aparador que ya no puede ofrecer a nadie ni esperanza ni expectativas se convierte, a la postre, en el gran personaje de la novela, casi en su protagonista. 'La isla de Eli' es, a fin de cuentas, un falso paraíso, de cuya explotación solo cabe recoger las migajas y acostumbrarse a malvivir o desmadrarse como si se acabara el mundo durante unos pocos días. Esta es la historia tras la historia de Campillo. A medio camino entre la novela y la crónica social, uno acaba la última página del libro preguntándose en qué momento se jodió la isla.

La isla de Eli

La isla de Eli / El Periódico