Entrevista

Juicio moral en redes a un triángulo amoroso de cómic

La artista estadounidense Alex Graham presenta en el Graf el webcómic 'Dog Biscuits', ganador del Puchi Award, que llega ahora a librerías

Alex Graham

Alex Graham / PATRICK KELLY

Anna Abella

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A causa de la pandemia, la dibujante y pintora estadounidense Alex Graham (Denver, 1987) fue despedida del restaurante en que trabajaba el mismo día en que iba a recibir un ascenso. "Lloré frente a un cliente porque estaba tan asustada que no sabía cómo iba a pagar el alquiler de mi nuevo apartamento. Y porque todo era incierto. Así que quise acercarme a otras personas y compadecerme de lo que todos estábamos sintiendo. También quería entretener a la gente ya que todos estábamos encerrados sin nada que hacer". Y se volcó a tiempo completo en trabajar en su webcómic ‘Dog Biscuits’ y en ir colgando las viñetas a diario en Instagram, donde sufrió la múltiple presión de los comentarios en las redes sociales, que llegaron a desear la muerte de algún personaje. Tras ganar el Cartoonist Studio Prize y ser nominada a los Ignatz como Mejor novela gráfica, Graham participa este fin de semana en el Graf, feria del cómic de autor y la edición independiente que regresa al recinto de Fabra i Coats, en Barcelona. En ella presenta su obra, 400 páginas que le han valido el Puchi Award 2021, que premia propuestas brillantes, renovadoras y osadas, un galardón que recogerá en breve en Madrid y que conceden la editorial Fulgencio Pimentel y La Casa Encendida, que coeditan el cómic, recién llegado a librerías.

‘Dog Biscuits (Galletas perrunas)’, que se publica íntegro, sin la censura ‘online’ sobre las escenas de sexo y desnudos, es una tragicomedia centrada en un triángulo amoroso formado por la joven Rosie, Gussy, su jefe en una tienda de galletas de perro que peligra por la pandemia y que le dobla la edad, y Hissy, compañero de piso de ella. "Gussy está envejeciendo y no ha logrado nada en la vida. Rosie es joven y desnortada, no tiene estabilidad. Está claro que lo suyo no va a funcionar porque sus respectivas inseguridades crean una dinámica tóxica, y cuando las inseguridades de ambos se encuentran, chocan y todo se derrumba", explica Graham a este diario antes de viajar a Barcelona desde Seattle. 

A través de estos y otros personajes, Graham refleja la angustia existencial, las dudas, las emociones, los deseos, la incomunicación, la soledad, el aislamiento..., sentimientos que atenazaron a medio mundo durante la pandemia, y da fe de algunas de sus válvulas de escape, como el sexo, las drogas o la violencia, mientras les rodea el abuso policial, las protestas de todo signo o los negacionistas que se niegan a ponerse la mascarilla. 

El éxito del webcómic desató comentarios de todo tipo. "Lo que más me sorprendió fue descubrir que la gente estaba dispuesta a vilipendiar a cualquier personaje masculino por las transgresiones más pequeñas, mientras que estaba ansiosa por alabar a los personajes femeninos por sus transgresiones iguales o peores". Pero lo que más la hirió, admite, fueron "las reacciones extremas a los defectos de los personajes que se basaban en los míos. Había gente que deseaba la muerte de personajes por hacer cosas que yo misma había hecho o por decir cosas que yo había dicho". 

"Mucha gente no sabe leer ficción. Reaccionaban como si los personajes fueran reales. No lo hacían como lectores, sino como jueces, convertidos en árbitros de la moralidad absoluta. Algunos desearon la muerte de Hissy por el pecado de su arrogancia. Muchos condenaban a Gussy por una broma sucia -lamenta-. En internet, las personas creen que su opinión sobre cosas sin importancia es necesaria y deseada. Y para hacerse notar en un mar de opiniones parece que uno debe tener la opinión más extrema". 

Opina Graham que "muchos artistas se sienten limitados por el miedo a las represalias del público. Esto siempre ha existido pero ahora, con internet, es más instantáneo y directo. A mí, las reacciones de algunas personas influyeron en mi historia, pero no me asustaron. Me inspiró a provocar más y a ser más subversiva. Lo encontré a partes iguales entretenido y exasperante".

"En última instancia -concluye-, la pandemia cambió mi vida para mejor. Antes, trabajaba a tiempo completo en restaurantes. Debido a la libertad que me permitió la pandemia, ahora soy una artista a tiempo completo".


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