Discos de la semana

Crítica de 'The tipping point': Tears for Fears realza su elegancia pop 18 años después

El recompuesto tándem de Roland Orzabal y Curt Smith rescata y pone al día su sonido con bagaje electrónico, tan reivindicado por artistas modernos de diverso signo

Los nuevos elepés de Superchunk, Miquel Serra, Albany y Henri Texier, también reseñados

TEARS

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Rafael Tapounet
Jordi Bianciotto
Ignasi Fortuny
Roger Roca
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Hay una idea del pop de los 80 que sigue representando un lugar al que volver una y otra vez, como nos recuerda un abanico de artistas que le rinde honores y que va de Dua Lipa a The Weeknd. Este último ‘sampleó’ a Tears for Fears, como también Kanye West, mientras que figuras como Lorde, Miley Cyrus o Drake han lanzado variopintos mensajes de simpatía hacia este dúo que, en su etapa dorada, se anotó estridentes logros populares a golpe del estribillo sordo de ‘Shout’, el pop sintetizado y envolvente de ‘Everybody wants to rule the world’ y el himno meta-‘beatle’ ‘Sowing the seeds of love’.

La entente entre Roland Orzabal y Curt Smith resurge ahora, tras largos silencios y desencuentros, con ‘The tipping point’, su primer álbum en 18 años. Elaboración con escenas de conflicto, cuando Smith abandonó a medio camino y Orzabal logró tenerle de vuelta. Ese ‘punto de inflexión’ al que alude desliza un significado autobiográfico, derivado de la muerte, en 2017, de la pareja de Orzabal, Caroline Johnston, y de la crisis de salud, con episodios de alcoholismo, que él padeció a continuación. La amistad o, en sus palabras, “hermandad”, parece reforzada después de que Orzabal, en su momento más crítico, llamó a Smith para regalarle sus guitarras y su ropa si es que no salía de esta.

Pureza y madurez

‘The tipping point’ no ofrece un retrato del dúo como entidad compositiva (nunca lo fue: el mayor peso siempre recayó en Orzabal, y así sigue siendo), pero sí que transmite fluidez y confianza en torno a un repertorio que combina sonidos identificables a su marca clásica con otra clase de pulsiones compatibles y de signo adulto. Sorprende ese inicio con ‘No small thing’, un tema de vibración confesional, azuzado por las guitarras acústicas, con alusiones a la “salida del infierno” y un ‘crescendo’ que se va oscureciendo a juego con las convulsiones globales que ilustran el vídeo (acaso premonitorias de estos oscuros días de febrero). En el otro extremo, cerrando el álbum, otro desvío del canon: ‘Stay’, también con tacto orgánico y bañada en un polvo de estrellas que haría feliz a Paddy McAloon (Prefab Sprout).

Entre ambos temas, Tears for Fears centra el juego desplegando un equilibrio de pureza y madurez, buscando en sus raíces, apartándose del empeño ‘beatle’ que lo acompañó durante un tiempo y dejando un rastro de notables ideas melódicas. El dúo lo logra acudiendo a una dinámica tan elegante como en el tema titular, puntal del álbum; practicando el ‘baladismo’ vaporoso en ‘Rivers of mercy’ o esbozando una electrónica más robusta y nerviosa, con resonancias del viejo synth-pop, en ‘My demons’ y ‘End of night’. Con todo ello, ‘The tipping point’ ofrece una recompensa, acaso inesperada, a quien se haya podido acercar a Tears for Fears por la exclusiva vía de la nostalgia y el ‘revival’. Jordi Bianciotto

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lidian con los grandes asuntos de nuestro tiempo sin caer en el cinismo o el desconsuelo‘Endless summer’Rafael Tapounet

El cancionero de este intrépido mallorquín (nacido en Ibiza) muestra su mayor concreción pop, realzando precisas líneas melódicas sin abdicar de la inclinación natural a la bruma y el suspense. Buscando la luz del confort espiritual deja un rastro de composiciones hermosas, con elaboradas capas de electricidad y recogimiento balsámico, abrazando el ‘quejío’ de Soleá Morente en ‘Quadre lleial’ y el free-jazz en la bacanal final de ‘El gran vidre’. Acogedora casa, conjurando los fantasmas. - J. B.

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