Opinión | Hotel Cadogan

Olga Merino

Olga Merino

Periodista y escritora

Fascinación a muerte por la saga de las Mitford

Nos fascina tanto nuestra querida Nancy Mitford como sus otras cinco hermanas, porque menuda tropa

Las hermanas Mitford, en 1935

Las hermanas Mitford, en 1935 / The Illustrated London News

En las novelas inglesas, sobre todo las ambientadas en el ‘countryside’, siempre se pasa frío, no tanto por la temperatura, sino por esa humedad que traspasa el alma de los chubasqueros. Los días en que la lluvia cae horizontal, aquí, en el Hotel Cadogan, a pesar de la moqueta y los cortinajes de terciopelo, solo se está confortable en la biblioteca, junto a la lumbre. Fuera de ahí, el helor atraviesa los pasillos; nos viene sucediendo lo mismo que en Alconleigh, donde solo se le templa a uno el esqueleto en el antiguo cuarto de la ropa blanca, situado en lo alto de la casa. ¿Alconleigh? Sí, el casoplón donde transcurren ‘A la caza del amor’ (1945) y ‘Amor en clima frío’ (1949), de Nancy Mitford, editadas ambas por Libros del Asteroide. Solo del primer título se vendieron 200.000 copias en el año de su publicación, tal vez porque sus páginas ofrecían lo que el público anhelaba tras las escaseces y rigores de la guerra: amor romántico, carcajadas y un poco de glamur.

Ah, la lenguaraz e ingeniosa Nancy ("me gustan los niños; sobre todo cuando lloran, porque entonces viene alguien y se los lleva"). Nos fascina tanto nuestra querida escritora como sus otras cinco hermanas, porque menuda tropa. Diana, la más bella del ramillete, plantó al barón archimillonario con quien se había contraído matrimonio para liarse con ‘sir’ Oswald Mosley, fundador de la Unión Británica de Fascistas; Unity se hizo amiguita de Hitler e intentó suicidarse de puro disgusto cuando Inglaterra declaró la guerra a Alemania en 1939; Jessica, en cambio, se hizo comunista y se fugó a una España sumida en la guerra civil con un primo hermano —sobrino de Winston Churchill por más señas—; Pamela, la más modosita, se convirtió en una fabulosa cocinera ‘amateur’, pero le dio demasiada pereza aristocrática meterse en la harina de escribir un recetario. Y Deborah se coló de lleno en la familia real británica al casarse con el duque de Devonshire. Fue, por cierto, la más longeva de la estripe —falleció en 2014, a los 94 años— y, en un gesto póstumo de excentricidad, se hizo enterrar en un ataúd de mimbre, como una cesta de picnic.

Con ingredientes tales, no es de extrañar que la saga se haya convertido en un filón: aparte de la miniserie, la novelista Jessica Fellowes viene inventando una serie de novelas de misterio con asesinatos sin resolver: ‘Los crímenes de Mitford’ (Roca Editorial).

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