Crítica de música
Pablo Guerrero, una última lluvia reparadora en Barnasants
El cantautor extremeño ofició un emotivo y delicado recital de despedida en Luz de Gas, cerrando más de cinco décadas de carrera, en el que citó el reciente álbum ‘Y volvimos a abrazarnos’ y recuperó el clásico ‘A cántaros’
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Hace 50 años que Pablo Guerrero, siguiendo la estela de Bob Dylan y su ‘A hard rain is a-gonna fall’, pedía que lloviera “a cántaros” en una canción asociada al apetito de vivir que cobró un significado libertario en el contexto del fin de la dictadura. Y ahí estuvo él, este viernes en Luz de Gas, como si esas cinco décadas hubieran sido un parpadeo, diciéndonos que su carrera como trovador de fondo tocaba a su fin y dejando en el aire, con puntos suspensivos, el deseo del chubasco reparador.
El cantautor extremeño, asentado en Madrid, anunció hace dos años a este diario su deseo de retirada, que covid-19 mediante, se consuma ahora con este disco de despedida, ‘Y volvimos a abrazarnos’, lanzado el pasado otoño (en torno a su 75º aniversario), y con una gira que le trajo al festival, Barnasants, que le ha acogido repetidamente en las últimas décadas. Noche de crepúsculo, pero despierta, como siempre fue la carrera de este creador dispuesto a casar el arte poético con la investigación musical: Guerrero es el señor cantautor capaz de acercarse con sensibilidad al jazz, el flamenco, los ritmos africanos y las vanguardias, y de establecer vínculos con artistas de otras generaciones, como Esclarecidos o Javier Álvarez.
A su manera
Su palabra resonó en Luz de Gas con todo el eco de la sabiduría y la precisa caligrafía melódica, arropada por el cuarteto que le acompaña desde hace años, con Luis Mendo (Suburbano) y sus guitarras, y delicadas pistas de trompeta, teclados y contrabajo. Siempre ajeno a lo más transitado, buscando expresiones propias y dejando respirar los textos, Guerrero nos dio otra lección de vida en su modo elegante de fundirse con el silencio. Con señales de vitalidad creativa en ese bloque central asentado en sus últimas canciones, como la luminosa ‘Islas en bajamar’ (texto de Santos Domínguez), la minimalista ‘Mitades’ y ese ‘Lleno vacío’ con sonoridades de frontera.
Nunca ha sido Pablo Guerrero un artista proclive a la recreación ritual de su legado, y ni siquiera en esa última ocasión se avino a mirar hacia atrás más que lo justo. Prefiriendo que las canciones de su era moderna hablaran por él, acudió a ‘Noche adentro’ y ‘Plata’, y nos cantó dulcemente que “los sueños son posibles” porque “descienden como lluvia” y “acuden si los llamas” (‘Sueños’). Y volvió a llover “a cántaros", estribillo aupado por el coro del público, tocado por la melancolía pero con su carga de himno del futuro.
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