Crítica de cine

Crítica de 'CODA: Los sonidos del silencio': discapacidad creativa

Un predecible relato de superación adolescente que se abstiene de utilizar la sordera de algunos de sus protagonistas para plantear algún desafío al espectador.

Emilia Jones, en una imagen de 'CODA'

Emilia Jones, en una imagen de 'CODA' / EPC

Nando Salvà

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Sobre el papel, la gran baza de ‘CODA’ es que algunos de sus personajes son sordos, y que los interpretan actores sordos. Pero su verdadera protagonista, por supuesto, no está entre ellos; de lo contrario su historia correría el riesgo de ser algo compleja e incluso de tener potencial para aportar alguna reflexión de interés sobre el ser humano, y la directora Sian Heder no muestra ninguna intención de plantear desafío alguno al espectador.

La película narra las desventuras de una joven que sueña con escapar de la pequeña localidad costera donde vive pero que se siente atada a ella porque, en tanto que único miembro de su familia con capacidad auditiva, su presencia allí es vital para sus padres y su hermano. Y, excepto durante un puñado de escenas que no suman más de 25 minutos, transcurre como cualquier otro relato de adolescentes que buscan distinguirse de sus padres. La muchacha aspira a ser cantante, y Heder podría haber explorado a fondo cómo perseguir esa vocación implicaría alejarse dramáticamente de los suyos, que ni podrían oírla cantar ni apreciar sus dotes. En lugar de eso, prefiere limitarse a poner sobre la mesa un puñado de conflictos del todo predecibles, manejar varios clichés típicos del cine de superación adolescente y retratar dinámicas familiares propias de ‘sitcom’. Y en todo momento exhibe con descaro su desesperación por dibujarnos una sonrisa en la cara o mojárnosla de lágrimas, y por ser amable en lugar de interesante u honesta.