Opinión | Periféricos y consumibles
Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo
Javier García Rodríguez
Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo
¿Me quieres, figura?
En tiempos del cólera era el Amor una cosa mayúscula. En tiempos de SARS-CoV-2, pasa todo por hacer la señal de la santa 'crush', encomendarse a san Tinder y aprender unos pasos de reguetón o unas rimas de trap, y tener un rollo con malotes y malotas donde uno la lía de rosa en el chándal y encadenado de oro. Pienso en estas cosas del amor y sus afueras después de recibir una fotografía que me envía mi amigo Pedro -'mon semblable, mon frère'- de una pintada en la pared trasera del Museo-Casa Colón de Valladolid, justo en la que da a la plaza donde se ubica la librería El Árbol de las Letras. Él es profesor de Clásicas, traductor de Marcial y experto siglodorista, y ha visto un rayo de esperanza en la frase escrita toscamente en el muro: “Te quiero libre es un pleonasmo” (“exceso o redundancia de palabras”, según el DLE). Y me dice esperanzado: “No me dirás que no tiene su miga ver ese helenismo en una pared, según andan las cosas”.
Después leo lo que una mujer anónima contesta a una entrevista en la que le preguntan -es un estudio serio, de revista científica de impacto- acerca de qué piensa cuando practica sexo (después regresaremos a la protagonista). La escritora británica Lucy-Ann Holmes recoge la “voz sexual” oculta en las sexualidades femeninas de una cincuentena de mujeres de todas las edades. Un diario expone las respuestas masticaditas para su lectura en seis minutos treinta, que es la media que dura el ayuntamiento o coyunda, según las más fiables estadísticas. Hora de regresar a lo que importa: nuestra mujer anónima. La imagino pintora expresionista, experta matemática, contable en una gestoría o jefa de sección en la pérfida Agencia Tributaria mientras leo en sus declaraciones: "Cuando tengo un orgasmo veo números" -proclama sinestésica- "y colores".
En esto del amor y sus figuras, creo que todavía no sabemos si queremos estar en el siglo XXI o en el 21. Como aquella declaración amorosa con numeración anacrónica en un muro vetusto: “te quiero mi amor / XXIII-V-MMXV”. Todo amor, si es bueno, es fruto de una inapreciable labor del palimpsesto: escribimos sobre lo borrado y amamos sobre lo amado. En caso de ser malo, queda en las manos pecadoras de su hermano Camilo y en su música ligera. Si no les convence a ustedes ni el pleonasmo ni la sinestesia, recuerden otra pintada, la que en una pared cordobesa reprochaba -a él, a ella, quién sabe-, en letra adolescente y con circulitos flotantes sobre las íes: “Romeo murió por Julieta y tú no vienes porque está lloviendo”. Quizá la hipérbole sea lo mejor para mantener la figura.
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