Aniversario de una obra capital

Bloomsday: así dinamitó James Joyce la tradición literaria

Faulkner aconsejaba fe y paciencia para abordar la lectura de 'Ulises'. Repasamos varios aspectos de un libro inagotable

Varias ediciones del clásico con sus respectivas traducciones coinciden en las librerías

Cinco escritores nos cuentan por qué se debe leer 'Ulises'... o no

marilyn

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Elena Hevia

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Sí, hay que decirlo alto y claro. Aquellos que intentan por primera vez hincarle el diente a ‘Ulises’, el libro que James Joyce logró publicar tras una larga y compleja epopeya de incomprensión y censura un dos del dos de 1922 se debaten entre el miedo respetuoso, el aburrimiento frente a un texto más bien ininteligible y el temor a quedar como un palurdo si se tira la toalla. Esos lectores no están solos. Son bastantes aquellos, entre ellos no pocos escritores e intelectuales, que confiesan haber abandonado el libro abrumados por los juegos de palabras, las parodias, las jerigonzas, las alusiones a la historia irlandesa, las palabras inventadas por el autor y el 'slang' barriobajero que ocultan una sencillísima trama en la que apenas pasa nada. Pero siguen siendo muchos lo que se acercan al texto como si se tratase de la Biblia, no tanto por su aura sagrada (que también) sino picoteando versículos entre sus páginas, más atentos al episodio (el de Molly Bloom al final de la novela suele ser el preferido) que al relato. De hecho, Faulkner (otro autor nada sencillo) aconsejaba fe y paciencia para acceder a su lectura. ¿Hay que juzgar un texto por su legibilidad? Si es así, la novela, que no lo que pone fácil, se ganaría un cero pero hay muchos otros aspectos en ‘Ulises’ por los que merece ganarse un sobresaliente ‘cum laude’.

Repasamos aquí algunos de ellos.

1.Porque es un punto y aparte en la historia de literatura

En los años 20 del pasado siglo, con una gran guerra a la espalda que había dejado sin efecto el antiguo y muy burgués régimen cultural, los artistas y escritores europeos pusieron sus artes patas arriba, a golpe de vanguardia. Joyce no es el primer modernista (lo que ahora llamaríamos un escritor experimental) pero sí el que lleva más lejos una sencilla propuesta: todo está permitido. Pese a que el autor malvivió durante años en Trieste, París y Zúrich, el ‘Ulises’ no tardó en entronizarle como autor canónico porque la obra ya se había convertido en legendaria antes incluso de que la librera Sylvia Beach lograra publicarla en París. Después de esa novela que dinamitó la tradición del momento la literatura emprende un camino (que puede gustar o no al lector tradicional) del que ya no hay vuelta atrás.

Una de las ilustraciones de Eduardo Arroyo para la nueva edición del 'Ulises' de Galaxia Gutenberg.

Una de las ilustraciones de Eduardo Arroyo para la nueva edición del 'Ulises' de Galaxia Gutenberg. / Galaxia Gutenberg

2.Porque ya no importa lo que se cuenta sino cómo se cuenta

Alguien dijo que el ‘Ulises’ es la historia de un hombre que se pasea por Dublín intentando, entre otras muchas cosas, hacer el amor, cuando en realidad “el único que hace el amor a lo largo de todo el libro es el lenguaje”. A Joyce se le tacha de elitista pero tenía un excelente oído para el habla de la calle que llevó a las páginas de su novela sin apenas filtros y a eso le sumó una académica lectura universitaria de los clásicos griegos y latinos. Gracias a esa equiparación de la alta y baja cultura (un concepto que el pop de los 60 acabaría por imponer), la novela ensancha las fronteras de lo que socialmente es aceptable decir (estamos en 1922), tanto en lo sexual, como en lo social. Uno de los más momentos más delirantes y a la vez más poéticos muestra a Leopold Bloom defecando con mucho más detalle de lo que el buen gusto aconseja. Así, antes de que el Nuevo Periodismo pusiera de moda las onomatopeyas (el 'Ulises' está alfombrado de ellas), una de las flatulencias de Bloom suena: “pprrpffrrppfff”. La idea es escribir cómo se vive pero también escribir como se piensa y si el pensamiento va dando saltos de aquí para allá dentro de nuestras cabezas hay que trasmitirlo de esa forma, aunque el hilo no sea fácil de seguir.

3.Porque es un juego de la oca, es decir una odisea

El juego de la oca, con su cárcel, sus puentes y su casilla de la muerte es un símbolo del viaje iniciático del héroe que se enfrenta a diferentes peligros antes de llegar triunfalmente a la meta y, bueno, también puede ser el modelo del ‘Ulises’ de Joyce, es decir, la ‘Odisea’ de Homero. Antes de que los hermanos Coen hicieran su particular versión en ‘Oh, Brother!’, Joyce ya se valió del clásico para hacer la suya, no menos singular, con un héroe de lo más vulgar: un agente publicitario que desayuna riñones, va a la oficina de correos a recoger una carta de un amor platónico, acude a unos baños turcos y más tarde, a un funeral, se come un sándwich, entra en la biblioteca, tiene un encuentro con una joven en la playa que acaba en masturbación, visita a un amigo en el hospital donde se encuentra con Stephen Dedalus -el otro gran personaje de la obra- a quien acompaña a un burdel, vuelve a casa con su amigo, donde despierta a su mujer, Molly, que duerme en el lecho conyugal y le cuenta -pero no todo- lo que ha hecho en esa  jornada. Relatada así la historia, no parece particularmente fascinante, aunque la clave sea que detrás de todas esas situaciones es una casilla de la ‘Odisea’: ya sean las sirenas, la lucha contra el gigante Polifemo o Penélope esperándolo a Ulises en casa. ¿Es necesario saberlo todo para abordar la lectura? Pues no. Otra teoría, mucho más interesante es que el verdadero Ulises, el gran héroe de la historia, es el lector.  

Ilustración de Camille Vannier para el 'Ulises' publicado por Lumen. 

Ilustración de Camille Vannier para el 'Ulises' publicado por Lumen.  / Lumen

4.Porque es también una guía de Dublín

Joyce se pasó 22 años en las calles de Dublín y el resto de su vida escribiendo sobre esa ciudad que amaba y odiaba a partes iguales en un exilio autoimpuesto. No soportaba el nacionalismo irlandés ni el poder de la Iglesia, dos cuestiones intrínsecas al país que acabaron expulsándole de allí. Su libro es muy concreto a la hora de describir los lugares como la Torre Martello en la playa de Sandycove, donde se inicia el periplo, así como el pub David Byrne, frente al cual Bloom come un sándwich de gorgonzola y una copa de vino. Durante los primeros años, los dublineses se mostraron muy quejosos de la imagen que Joyce daba de ellos, hasta que el prestigio del autor se les impuso y dos fervorosos admiradores, 50 años después del 16 de junio de 1904, el día en el que trascurre el 'Ulises' crearon el Bloomsday, un cita que hoy tiene un gran atractivo y que invita a los participantes a seguir los pasos del protagonista por toda la ciudad.

5.Porque tiene un sustrato feminista

No es el ‘Ulises’ un libro feminista, pero invita a contemplarlo desde esa perspectiva. Sí, el libro transcurre a lo largo de una sola jornada, pero ¡qué jornada! Joyce lo escogió porque fue el día en el que tuvo su primera cita con la que sería su esposa, Nora Barnacle, una chica de clase obrera que trabajaba como camarera, una mujer nada reprimida en el terreno sexual que espabiló muy pronto a aquel muchacho sin experiencia. Una mujer con los pies en la tierra a la nunca a lo largo de su vida impresionó la retorcida intelectualidad de su marido. Nora Barnacle es Molly Bloom, la mujer libre que quiere a su marido sin que eso le impida tener sus aventuras amorosas paralelas. Que se sepa, Nora no engañó nunca a Joyce, pero la inquietud por no haber sido el primero nutre el memorable monólogo interior de Molly: ocho frases larguísimas sin signos de puntuación en el que se mezclan los pensamientos y deseos íntimos de una mujer como no se habían plasmado hasta el momento, para escándalo de los censores. Y aquí se impone un apunte final: Nora Joyce jamás leyó el libro de su marido. NI se le pasó por la cabeza. 

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