Segunda Guerra Mundial

Las judías que desafiaron a los nazis

El ensayo 'Hijas de la Resistencia', de Judy Batalion, rescata del olvido a las mujeres de Polonia que lucharon contra Hitler rompiendo el mito de la pasividad judía ante el Holocausto

De izquierda a derecha, Vitka Kempner, Ruzka Korczak y Zelda Treguer, imagen de 'Hijas de la Resistencia'.

De izquierda a derecha, Vitka Kempner, Ruzka Korczak y Zelda Treguer, imagen de 'Hijas de la Resistencia'.

Anna Abella

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En el gueto de Varsovia, de pelo rubísimo recogido en trenzas y brillantes ojos azules, la joven judía Niuta Teitelbaum parecía ingenua e inocente. Un día entró decidida en la oficina de un alto oficial de la Gestapo y le disparó a sangre fría. No sería el único. A otro le descerrajó un tiro en la cama de su casa. Con la apariencia de una granjera polaca y fingida vergüenza se cameló también a unos guardias nazis pidiéndoles en un susurro hablar con cierto oficial de un "asunto personal", dando a entender que la había dejado embarazada. Una vez en su despacho, sacó una pistola con silenciador y le pegó un tiro en la cabeza, saliendo luego tranquila y sonriente. Mató también a otros dos agentes nazis e hirió a un tercero, al que llevaron al hospital: disfrazada de doctora, entró en su habitación y no perdonó, llevándose además por delante al guardia. No es de extrañar que con semejante historial fuera uno de los asesinos más buscados por la Gestapo, que la llamaba "la pequeña Wanda con trenzas". Ella se autodenominaba "verdugo". Fue perseguida, torturada y ejecutada. Pertenecía al grupo comunista Espartaco. Tenía 25 años y es una de las olvidadas mujeres polacas judías que la historiadora del arte y cómica Judy Batalion, nieta de una superviviente del Holocausto, rescata en el ensayo ‘Hijas de la Resistencia’ (Seix Barral). 

Faye Schulman asistiendo a una operación a un partisano herido.

Museo bielorruso de la Guerra

Batalion, nacida en Canadá y formada en Harvard, reúne numerosas historias que rompen el "mito perverso de la pasividad de los judíos", de que se dejaron conducir sin resistencia a la muerte. "Aunque mis propios abuelos sobrevivieron yo misma he creído siempre en esa idea de pasividad. Pero descubrí a estas mujeres judías activas, enfurecidas, que explotaban de rabia, que se disfrazaban, que hacían funcionar imprentas clandestinas, saltaban de trenes en marcha, ponían bombas en los vagones, ocultaban pistolas en barras de pan, compraban armas en los cementerios a los traficantes y disparaban a nazis a la cabeza", relata por videoconferencia desde Nueva York. 

Lucharon y se rebelaron

"Siempre nos había llegado el relato de la tristeza y la pasividad de los judíos. Pero en realidad, en los 90 guetos de Europa del Este hubo unidades clandestinas de resistencia y, en ellas, mujeres que lucharon y se rebelaron, que participaron en redes de rescate y en fuerzas partisanas y ayudaron en el rescate de 20.000 personas de los guetos", añade.    

Renia Kukielka en Budapest, en 1944.

Cortesía de Merav Waldman

Batalion vivía hace 15 años en Londres. "Pensaba mucho en mi identidad judía y en el legado emocional del Holocausto, en cómo el trauma pasa de generación en generación. En si yo era como era por el trasfondo familiar de mi abuela", su 'bobeh', que acabó en el gulag soviético, en Siberia, explica. Pensaba escribir una obra teatral sobre mujeres, en especial sobre Hannah Senesh, una joven judía húngara que tras llegar al actual Israel volvió a la Europa ocupada por los nazis uniéndose a los aliados. Y buscando información en la Biblioteca Británica halló un libro en yidis publicado en Nueva York en 1946, ‘Mujeres en los guetos’. Empezó a tirar de un hilo que se convirtió en 12 años de investigación enfocada "bajo un prisma femenino". Ahora trabaja en el guion para convertir ‘Hijas de la Resistencia’ en una película bajo la dirección de Steven Spielberg.  

Renia Kukielka se unió a la Resistencia tras ver a un nazi partirle el cráneo a un bebé

Batalion admite pensar "constantemente" en qué habría hecho ella en el lugar de aquellas mujeres. "¿Habría huido? ¿Me habría quedado? ¿Me habría resistido? Quiero pensar que habría intervenido de alguna manera, pero lo que sé es que yo no habría podido disparar a nadie en la cabeza. Muchas resistieron de mil maneras, como pudieron. Pero por lo que me explicaron los hijos de Renia Kukielka cuando fui a visitarlos a Israel yo no soy como ella. La describían con mucha confianza en sí misma, alguien que confiaba en su instinto".   

Comuna de entrenamiento de pioneros en Bialystok, en 1938. Frumka Plotnicka, de pie, segunda por la derecha.

Cortesía del museo Casa de los Combatientes de los Guetos

Kukielka, figura clave en el libro, tenía 15 años cuando los nazis invadieron Polonia. No era idealista ni revolucionaria, sino una chica de clase media que se encontró en una "pesadilla repentina e implacable" al perder a la mayoría de su familia. Tras ver cómo un nazi le partió el cráneo a un bebé lanzándolo contra una pared y a otro niño enfrentarse a los alemanes en Chmielnik se unió a la Resistencia, al movimiento juvenil judío Libertad. Como escribiría en 1945, para los nazis "era más fácil matar a una persona que fumar un cigarrillo". 

Tortura y deportación

Kukielka participó en numerosas misiones como correo transportando documentos y armas, escondiendo judíos y espiando a los alemanes. Cayó en manos de la Gestapo y fue torturada hasta casi morir, pero nunca reveló que era judía. Tampoco habló su compañera Bela Hazan, a pesar de cuatro meses de duros interrogatorios, antes de ser deportada a Auschwitz. 

Judy Batalion.

Beowulf Sheehan

Tema Schneiderman y Havka Folman introdujeron granadas en el gueto de Varsovia junto con paños menstruales y ropa interior. Al tiempo que el hambre se extendía, Frumka Plotnicka dirigía un comedor benéfico y Zivia Lubetkin daba clases a los niños. Faye Schulman hizo estallar trenes de soldados alemanes y, aunque no tenía formación médica, aprendió a hacer cirugías al aire libre. Vitka Kempner ayudó a 200 judíos a escapar por un bosque y Henia Reinhartz creó una biblioteca clandestina en el gueto de Lodz. 

Culpabilidad y olvido

Batalion cree que sus historias han quedado en el olvido por diversas razones. "Muchas guardaron silencio, otras porque contaron su historia en los años 40, algunas lo escribieron como una breve catarsis, pero como no las creyeron dejaron de hacerlo. Otras porque las acusaron de colaboracionistas, de acostarse con nazis para sobrevivir, porque decían: ‘si sobreviviste sería porque algo harías para lograrlo’. Muchas se sentían culpables por haber dejado a sus familias para unirse a movimientos clandestinos, o pensaban que, al contrario de las que murieron en Auschwitz, a ellas no les había ido tan mal". También pesa el hecho de que "eran muy jóvenes y tenían toda la vida por delante, aunque ya no tenían nada, ni país ni familia, y su mundo ya no existía. Necesitaban empezar de cero y dejar el pasado atrás para poder tener hijos y que la comunidad judía se recuperara".


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