Híbrido entre el ensayo y la ficción

El dedo momificado de Galileo que señaló la Luna

El físico y divulgador científico Toni Pou busca pistas en 'Si un dit assenyala la lluna' de cómo el astrónomo renacentista interpretó el satélite hace 400 años gracias a sus conocimientos artísticos

El escritor Toni Pou en la sede de la editorial Anagrama

El escritor Toni Pou en la sede de la editorial Anagrama / JORDI COTRINA

Anna Abella

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En el museo Galileo Galilei de Florencia se exhibe un dedo "momificado y bastante deteriorado" del sabio y astrónomo renacentista, "como si fuera la reliquia de un santo, él que luchó contra la intolerancia y la poca apertura de miras de la época" y "se enfrentó precisamente a la Iglesia" defendiendo que la Tierra no era el centro del Universo y que era el planeta azul el que giraba alrededor del Sol. Galileo fue enterrado y exhumado posteriormente para trasladarlo, momento en el cual "alguien decidió cortarle un dedo y guardarlo"... Al verlo, Toni Pou, físico, divulgador científico y periodista catalán (Masnou, 1977), pensó en cómo había ayudado a cambiar "la concepción del mundo" aquel apéndice amarillento y arrugado con el que el científico había señalado 400 años antes la Luna al observarla a través de su rudimentario telescopio.  

Traslada Pou sus reflexiones al narrador de ‘Si un dit assenyala la lluna’ (Anagrama), una obra híbrida que navega del ensayo a la narrativa y la ficción entrelazando y asociando ideas, curiosidades e historias, con notas de viaje, juegos literarios y homenajes a creadores como Enrique Vila-Matas, Roberto Bolaño, o Marcel Duchamp

El mayor prosista

El detonante del libro fue, explica, una declaración sorprendente de un hombre de letras, Italo Calvino, sobre otro de ciencias: "Dijo que Galileo era el mayor prosista de la literatura italiana. Empecé a leerlo y a investigar cómo escribía y vi una voluntad y unas técnicas claramente literarias y artísticas". Cuando miró a través de aquel primitivo telescopio que acababa de construir él mismo, "vio una Luna con una imagen muy limitada y borrosa, y con ese enfoque rudimentario interpretó que lo que veía eran montañas y valles. Se dice que fue porque tenía conocimiento de la técnica pictórica del claroscuro, que le permitió identificar lo que observaba. Ves que los conocimientos artísticos pueden ayudar a la práctica científica". 

Reivindica, explica Pou, la actividad científica, pero demostrando "que no se basa tanto en criterios lógicos y cuadriculados sino que es creativa y apasionada. En ella la imaginación es clave y hay tanta belleza como en un cuadro o una sinfonía". Al divulgador le interesa "la relación entre ciencia y literatura y cómo se pueden complementar para enriquecer y dar una visión más completa e interesante del mundo". 

Maquinando con el telescopio

En el museo florentino, Pou pudo tocar algunos de los sencillos telescopios de Galileo, escena que recrea en el libro con humor y suspense, imaginando a cámara lenta cómo al narrador se le cae al suelo aquel artefacto "ultravalioso", construido por el astrónomo, quien había maquinado para ser el primero en enseñarle y venderle el invento al rey de Venecia cuando supo que iba a hacerlo una delegación holandesa. 

No ha quedado nunca Pou encerrado de noche en un antiguo museo, escena con la que sí fabula encarnándola en su narrador. Donde sí han viajado ambos, en su exploración de Galileo, es al árido desierto chileno de Atacama, donde está el Observatorio astronómico Paranal. "Allí, la astronomía ya no es aquella cosa romántica sino salas llenas de ordenadores con números y gráficas. Pero te das cuenta de que a pesar de ser insignificante, la especie humana ha llegado a entender un poco cómo funciona el universo".