'L'art d'explicar l'Art'

Las historias que no se cuentan de las obras de arte

Enric Nogueras reúne en 'L'art d'explicar l'Art' 30 cuadros e instalaciones de distintas épocas y revela su intrahistoria y los mensajes que los artistas querían transmitir y que a menudo el espectador desconoce

'La bèstia humana' (1897), de Antoni Fillol.

'La bèstia humana' (1897), de Antoni Fillol.

Anna Abella

Anna Abella

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El visitante tiene permiso para andar, oyendo el agradable crujido de la madera, sobre un colorido parquet de tablas azules, verdes, grises…, dispuesto elegantemente en forma de espiga en una sala. Se trata de ‘Mar negro’, una instalación creada en 2013 por el andaluz Carlos Aires que pudo verse en el Macba. Es "una experiencia amable" que se convierte en "brutal" cuando un vídeo ilustra cómo para hacer las láminas el artista reutilizó los restos de pateras y embarcaciones de inmigrantes abandonadas en costas españolas. Es esta una de las 30 obras, de distintas épocas, que el periodista Enric Nogueras (Barcelona, 1972) reúne en ‘L'art d’explicar l’Art’ (Columna), cuidado libro ilustrado donde con un lenguaje cercano cuenta las insólitas, trágicas o emocionantes historias que se esconden tras cuadros e instalaciones y que son esenciales para entenderlas y apreciarlas. 

'Mar negro' (2013), de Carlos Aires.

Carlos Aries VEGAP

Muy aficionado al arte, Nogueras admite que, como tantos, ha caído en el tópico de pensar, ante una obra de arte contemporáneo, "¿qué demonios es esta mancha?" o "esto lo podría pintar un niño". Hasta que escuchó en CaixaForum a una guía explicar el significado de ‘Eventail VIII’ (1987), del belga Jan Vercruysse. Lo que a simple vista eran modestos marcos de cuadros y pedestales de madera adquiría sentido al saber que la pieza era un homenaje del artista a aquellos soportes que pasan desapercibidos ante la obra de arte que están destinados a exhibir y ensalzar.    

Instagram en pandemia

"Entonces entendí la obra y dejé de pensar que era una tomadura de pelo", se sincera el autor, que al inicio del confinamiento por el covid empezó a colgar a diario en su cuenta de Instagram una obra de arte contando lo que su creador pretendía transmitir con ella o la historia que había detrás. Con el fin del estado de alarma "tenía mono" y ha seguido colgando ‘posts’ de viernes a domingo. Ya lleva 336. Comentarios que llamaron la atención de la editora Glòria Gasch, que le propuso la idea de publicarlos.  

Enric Nogueras, el pasado viernes en Barcelona.

Enric Nogueras, el pasado viernes en Barcelona. / MAITE CRUZ

Muchas de las obras elegidas son capaces de emocionar. En especial, apunta, ‘Untitled (Portrait of Ross in L.A.)', del exiliado cubano Felix Gonzalez-Torres, que "habla de amor en mayúsculas", y formó parte de la reciente muestra del Macba. La pieza es una montaña de caramelos que pesan 79 kilos y 300 gramos, lo mismo que pesaba su pareja cuando le diagnosticaron sida, enfermedad a la que el propio artista sucumbiría cinco años después que él. Los visitantes pueden coger los caramelos que quieran, de manera que la obra va menguando igual que lo hizo Ross, y los museos deben reponerlos para que sea una obra eterna, que haga perdurar la memoria dulce del ser amado. 

Los museos y galerías de arte contemporáneo nos provocan la sensación de que somos ignorantes. Deberían explicar bien las obras

La de Gonzalez-Torres es la típica obra que sin conocer su historia puede generar incomprensión. "Los museos y galerías de arte contemporáneo nos dan miedo por nuestro desconocimiento, nos provocan la sensación de que somos ignorantes. Tenemos la percepción social de que debes tener cuatro carreras para entender las obras que exponen. Deberían explicar bien las piezas, huyendo del lenguaje críptico", opina Nogueras, apuntando también a herramientas y canales para acercarse al público más joven, como "los tik toks del Museo del Prado o las exposiciones inmersivas".  

Fillol fue muy valiente al denunciar en su época, el siglo XIX, la prostitución

Emociona también ‘Shibboleth’ (2007), una grieta de 167 metros y más de 70 centímetros de profundidad en el suelo de la Tate Modern de Londres, de la colombiana Doris Salcedo, recordando las fisuras que las guerras y divisiones dejan en sus víctimas. Y llama la atención ‘La bestia humana’ (1897), de Antoni Fillol, una escena donde una joven llora presionada por una proxeneta para acostarse con un cliente que espera tras ellas. "Fillol fue muy valiente al denunciar así la prostitución en su época, porque era algo socialmente aceptado. Es todo un retrato social", destaca. 

La obra 'Shibboleth' (2007), de la colombiana Doris Salcedo, en el suelo de la Tate Modern de Londres.

Columna

Más políticas son otras denuncias artísticas, como el Partenón de libros prohibidos por la dictadura argentina de Marta Minujín, o ‘Sunflowers Seeds’, de Ai Weiwei (millones de pipas de girasol de cerámica en la sala de turbinas de la Tate que aluden al pueblo chino bajo el totalitarismo de su gobierno).  

Historia familiar

Y entrañable, y muy personal para Nogueras, es ‘Niña con cántaro de agua’, de Miquel Viladrich. "Sin explicar un ‘spoiler’ del final puedo decir que es un cuadro muy querido que forma parte de la historia de mi familia. Siempre lo habíamos visto en casa de los abuelos y llegó allí en la posguerra, cuando mi bisabuelo fue a casa de su hermana acompañado de un pintor, Viladrich, que necesitaba dinero para salir del país y para ayudarle le pidió que le comprara un cuadro". Así lo hizo y el cuadro "vio la muerte de mi bisabuela y cómo crecieron sus hijos y nietos". Hasta que un día llamaron a la puerta y era la viuda de Viladrich, que venía a recuperar el cuadro para hacer un museo. "Mi abuelo se lo vendió por lo mismo que había pagado su madre". Tiempo después lo redescubrieron en una exposición y el hijo del pintor les regaló una postal de la pintura. Con ella hicieron pintar una réplica que hoy sigue alimentando la memoria de la familia. 


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